“El feminicidio, al igual que otras formas de violencia sexual, a lo largo de la historia ha sido usado por los hombres para asegurar las relaciones sociales del patriarcado, esto es, el dominio masculino y la subordinación femenina”.
Diana Russell
Desde el inició de la covid-19, una de las principales comparaciones o aseveraciones que se ha repetido en diversos medios de comunicación es la del femicidio/feminicidio como una pandemia con múltiples adjetivos: invisible, ignorada, silente, comparando este crimen contra las mujeres con una enfermedad que se propaga mundialmente, tal como lo define la Organización Mundial de la Salud (OMS), con una afección que tendría una causa externa, un mal que sería el responsable de infectar a un ser humano y que puede ser curado con un medicamento o un tratamiento médico. Pero ¿realmente el femicidio/feminicidio es una pandemia?
El término femicidio (femicide, originalmente en inglés) es acuñado por la escritora Carol Orlock en 1974 y tomado en el año 1976 por Diana Russell para ser utilizado en el Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres en Bruselas, señalándolo como la forma más cruenta de violencia contra las mujeres, según reseña la investigadora feminista Karina Bidaseca (2013). Otras investigadoras han ido agregando nuevos elementos a este concepto, como es el caso de la antropóloga mexicana Marcela Lagarde que no usa el concepto de “femicidio” sino de “feminicidio” para que no se entendiera únicamente como el asesinato de mujeres, sino como parte de la violencia reiterada motivada por el género:
El feminicidio es una ínfima parte visible de la violencia contra niñas y mujeres, sucede como culminación de una situación caracterizada por la violación reiterada y sistemática de los derechos humanos de las mujeres. Su común denominador es el género: niñas y mujeres son violentadas con crueldad por el solo hecho de ser mujeres y sólo en algunos casos son asesinadas como culminación de dicha violencia pública o privada (Lagarde, 2019, p.1).
El femicidio/feminicidio sería la última expresión de una cadena de violencias sistemáticas que sufrimos las mujeres y niñas, es la manera en la que el patriarcado controla los cambios sociales, logrando mantenerse y readaptarse en el tiempo imponiendo el dominio masculino y la subordinación femenina. Pero, además, varias investigadoras han explicado como el femicidio/feminicidio ha sido usado a lo largo de la historia en diversas civilizaciones, como es el caso de Diana Russell en su texto Feminicidio: la política del asesinato de las mujeres, traducido al español en el año 2006, donde realiza un análisis de este hecho, utilizando ejemplos concretos, como fue la quema de brujas en Inglaterra desde mediados del siglo XVI hasta la mitad del siglo XVII; los lesbicidios legales en Europa entre los siglos XV al XVIII; el llamado síndrome de la esposa torturada en Inglaterra durante el siglo XIX; los feminicidios por linchamiento en Estados Unidos ocurridos hasta mediados del siglo XX; el suti, una práctica que se realizaba en algunas civilizaciones que consistía en enterrar o cremar viva a una mujer con su esposo difunto; o los crímenes de honor, los cuales son solo una muestra de que tan viejo es el femicidio y como ha sido una práctica cultural de asesinato y sometimiento tan antigua y arraigada como el mismo patriarcado.
Sin embargo, hay que volver a la pregunta: ¿Realmente el femicidio/feminicidio es una pandemia? Pues no, no lo es, ya que no es una enfermedad nueva que apareció de repente en las sociedades y se extendió de manera contagiosa y sin control, no es una dolencia que logre prevenirse con una vacuna, o curarse con medicinas como la covid-19. Pero, ciertamente esta pandemia y las medidas que se han tomado para enfrentarla, como la cuarentena, han develado como la violencia contra las mujeres, y por supuesto el femicidio/feminicidio, es un hecho que muchas veces está normalizado, invisibilizado y naturalizado en todas las sociedades; y que frente a medidas extremas como el confinamiento y la crisis que este provoca, se incrementan de una manera atroz, ya que las mujeres y niñas están las 24 horas del día, los 7 días de la semana encerradas con los agresores.
El hecho es que las epidemias hacen aflorar los temores a la movilidad continua, a las mezclas, a los encuentros y a las contaminaciones. Eso implica una restricción de las relaciones, un confinamiento, un apoyo voluntario al retiro, generando un aislamiento del mal, una persecución de culpables, los cuales son identificados, excluidos en sitios especializados y exterminados socialmente. Pero a su vez, esa exclusión de las contaminadas y los contaminados legitima otras exclusiones, trasladándose del ámbito biológico al social (Balandier, 1990).
Por eso la cuarentena no solo destapa y profundiza las violencias hacia las mujeres y niñas, sino que lo hace con la mayoría de las desigualdades que sufrimos en los diversos ámbitos: se incrementan las tareas de cuidados, de las dobles y triples jornadas, ya que ahora además somos las responsables de la educación de los hijos e hijas en el hogar debido al cierre de las escuelas; se perfila un incremento del ausentismo escolar femenino, ya que un sin número de niñas probablemente no volverán a sus lugares de estudio luego de pasar la pandemia; asimismo han aumentado las tasas de embarazo temprano en muchos países latinoamericanos, debido al cierre temporal de espacios para la atención a la salud sexual y reproductiva; además que la mayoría de la mano de obra femenina no ha parado de laborar a pesar de la cuarentena, al ser ellas el sostén de las tareas de cuidados de personas de tercera edad y enfermos y enfermas por la covid-19: enfermeras, doctoras, cuidadoras a domicilio.
No en vano la Organización de las Naciones Unidas perfila que la covid-19 ensanchará la brecha de la pobreza entre la población masculina y femenina del mundo, agregando unas 47 millones de mujeres más a las altas cifras ya existentes. Así la miseria siempre recae en nuestros hombros, porque frente a las crisis, somos nosotras quienes exponemos nuestros cuerpos, nuestro trabajo, nuestras vidas, para el mantenimiento de un sistema explotador, desigual y de injusticia social y económica.
Si bien el femicidio/feminicidio no es una pandemia, sino una expresión sociocultural de control del patriarcado, crisis mundiales como las que se vive con la covid-19, afloran e intensifican el cúmulo de violencias que históricamente vivimos las mujeres día a día.
Referencias
Balandier, G. (1990) El Desorden: La teoría del caos y las ciencias sociales. Elogio de la fecundidad del movimiento. España: Gedisa.
Bidaseca, K. (2013). Feminicidio y políticas de la memoria. Exhalaciones sobre la abyección de la violencia contra las mujeres en Hegemonía cultural y políticas de la diferencia. Buenos Aires: CLACSO.
Lagarde, M. (2019). ¿A qué llamamos feminicidio? En Estudios de género. https://xenero.webs.uvigo.es/profesorado/marcela_lagarde/feminicidio.pdf