Chantal Mouffe y el desafío de una democracia pluralista en tiempos depolarización

En un mundo donde la «polarización política» resuena en cada rincón, la obra de la filósofa belga Chantal Mouffe nos propone una idea poderosa: ¿y si el conflicto no fuera algo que la democracia deba evitar, sino una fuerza vital que la mantiene activa y diversa?

Conocida por sus críticas al liberalismo y su teoría de la democracia pluralista, Mouffe desafía la idea de que una democracia genuina deba aspirar al consenso y al silenciamiento de las diferencias. Para la autora, la democracia no solo debe aceptar el conflicto, sino verlo como una condición necesaria para mantenerse viva y significativa.

Junto al filósofo argentino Ernesto Laclau, en su obra Hegemonía y estrategia socialista: Hacia una política democrática radical (1° edición 1985), desarrollaron el concepto de democracia radical y pluralista: un modelo que incluye una multiplicidad de voces y conflictos, en el que el disenso y el pluralismo son esenciales para una democracia real.

Posteriormente, en El retorno de lo político (1° edición 1993), Mouffe profundiza en esta idea y critica la visión consensual de la democracia liberal, proponiendo en su lugar una democracia que gestione los conflictos entre posiciones diversas sin intentar eliminarlos. La autora rechaza la visión de que la democracia liberal es el único y último modelo político posible, como sostenían algunos pensadores de finales del siglo XX que, tras la caída del Muro de Berlín, anunciaban el «fin de la historia» (Fukuyama, 1° edición 1992). 

Es aquí donde introduce el concepto de «democracia agonista», en la cual los adversarios políticos no deben verse como enemigos a vencer, sino como actores legítimos dentro de la esfera democrática.

El conflicto como motor de la democracia

Retomando críticamente el concepto de política como una relación de «amigo/enemigo» del filósofo liberal Carl Schmitt (1° edición 1932); Mouffe redefine la relación entre contrincantes, proponiendo un vínculo entre “adversarios”. En lugar de buscar «destruir al enemigo», la relación entre adversarios implica su reconocimiento mutuo como actores legítimos dentro de la esfera democrática. En el modelo de «democracia agonista» propuesto por Mouffe, las diferencias no deben ser algo a suprimir, sino que deben gestionarse de modo que contribuyan al bienestar colectivo.

La filósofa advierte que cuando se reprime el conflicto, este no desaparece; más bien, se convierte en una fuerza destructiva. La proliferación de discursos de odio y violencia política presentes en nuestra región y en otros contextos, puede interpretarse en este sentido. La polarización extrema, la persecución ideológica y los llamados a eliminar a los «enemigos» exponen, según Mouffe conflictos reprimidos que emergen en formas cada vez más peligrosas y radicales.

Para no aplacar el conflicto y canalizar su fuerza creativa, la filósofa sostiene que más allá de convocar a los votantes cada cuatro años, la democracia debería ser un espacio en el que las distintas colectividades puedan expresarse y participar activamente. La libertad democrática no debería limitarse al ejercicio individual del voto; sino promover la participación de colectivos diversos, la expresión de intereses y valores. 

Este enfoque desafía el modelo liberal, que concibe la libertad como una condición exclusivamente individual. Para Mouffe, una libertad verdaderamente democrática no puede excluir las voces y demandas de los colectivos marginados o excluidos del poder. Precisamente, es su presencia en el espacio público lo que permite que el sistema democrático se enriquezca y se mantenga vivo.  La intervención en la esfera pública, entonces, no debe ser un privilegio de unos pocos, sino un derecho de todos los grupos, especialmente aquellos que representan intereses y experiencias distintas a las de la mayoría.

El desafío de construir una democracia pluralista

La propuesta de Mouffe se vuelve especialmente relevante para pensar un contexto de creciente fragmentación, con discursos que prometen acabar con los “enemigos” en lugar de promover la discusión y el debate. Pero, en contraste con la “democracia deliberativa” de Habermas (1° edición 1998), que idealiza la discusión racional como el único medio de entendimiento, Mouffe defiende una política «agonista», en la cual el conflicto y el desacuerdo no solo son inevitables, sino deseables. 

Más que temerle al conflicto, la filósofa propone crear espacios donde las diferencias puedan expresarse sin que esto implique la desintegración del tejido social. 

En la democracia como en la vida

La propuesta de Mouffe es, en definitiva, un llamado a la acción. Una invitación a construir sistemas políticos que den lugar a las disputas y conflictos inherentes a una sociedad diversa. A su perspectiva subyace una idea de democracia como proyecto en constante construcción, que exige la participación activa de todos los sectores y el reconocimiento de que en la política, como en la vida, siempre habrá desacuerdos.

Finalmente, Chantal Mouffe nos plantea el siguiente dilema: ¿Es posible construir una democracia donde las diferencias políticas se gestionen como motor de vitalidad democrática, sin reducirlas a meros consensos? Y, al mismo tiempo, ¿hasta qué punto el conflicto entre adversarios puede funcionar como un motor democrático sin transformarse en un enfrentamiento entre enemigos?

Bibliografía

Fukuyama, Francis. 1992. El fin de la Historia y el último hombre. Madrid. Planeta.

Habermas, Jürgen. 2005. Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso. Madrid. Editorial Trotta

Laclau, Ernesto y Mouffe Chantal. 1987. Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Madrid. Siglo XXI

Mouffe, Chantal. 2007.  En torno a lo político. Buenos Aires. FCE.Schmitt, Carl. 2009. El concepto de lo político. Madrid. Alianza Editorial.

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