Desde los 20 años me voy topando con la Edad de Oro, ojalá hubiera sido antes, me hubiera gustado probarme lo que intuyo, que realmente es un libro para niñxs y jovencitxs. Esta aptitud del libro seguramente a la luz de lo políticamente correcto, tendría problemas hoy. Me distraigo entonces para ver el escenario actual en el que la edad de oro es inapropiada.
Cada vez más se ve cómo apropiado que los niñxs y jóvenes sepan menos y vean menos, esto es un requisito actual para ser emocional y materialmente felices.
Nuestrxs hijxs son sidhartas aún encerrados en un palacio digital, para evitar que conozcan la enfermedad, la ancianidad, la pobreza y la muerte, esto es desesperadamente así, aún en la pobreza.
Se les niega la atractiva experiencia de escuchar conversaciones de gente grande. Casi toda la gracia viene de la escucha intergeneracional y ahora no solo se trabaja duro para abolirla, se justifica abolirla
Se trabaja en el hogar y en la escuela, con método y receta, para que el niño o niña sean “felices” en los términos estrictos de una felicidad que ignore, que banalice, que no sepa leer en el sentido integral de la palabra.
Mientras tanto todo lo prohibido para los padres, se le ofrece hasta la indigestión en los medios a los que tiene acceso personal absoluto. Engañan a los padres haciéndoles gendarmes de un iluso control, así el rechazo a los padres crece y la brecha inducida entre ellos y sus hijxs es definitiva.
Mientras los padres ensayan esta “novedosa” pedagogía de la ignorancia y a su vez desesperan de insomnio, los medios masivos bombardean la casa de contenidos que les hacen reírse y burlarse de su propia pobreza, incluso del ingenio de los humildes, del esfuerzo vivir con dignidad.
Se les enseña con los mejores recursos instruccionales a normalizar la exclusión, incluso la suya, a normalizar el crimen, el despojo, la corrupción, la desterritorialización y la supresión de la diversidad.
Incluso ya acudimos a narrativas de la inclusión y la diversidad que suprimen la ancestralidad de muchos pueblos y evitan el ejercicio de la memoria en nombre de una cultura globalizada de la justicia, de la diversidad, vista solo desde occidente, incapaz de asimilar y aprender lo que otras gentes diversas saben.
Algunos queremos preparar a lxs hijxs a última hora para una vida materialmente segura, queremos que rompan con la continuidad metodológica que llegó hasta su madre y su padre, sólo vemos oscuridad en nuestra experiencia, olvidando que nuevos ojos siempre ven maravillas de luz que nosotrxs no pudimos ver. Para este reto el cambio es ruptura, es decepción de nuestros fracasos. Olvidamos aprender de ellos y solo heredamos la nostalgia de los olvidos, interrumpimos la memoria de la persistencia.
Siento para mí, desde mi memoria personal llena de los libros y mapas antiguos, que al impulso de recrearnos y rehacernos no le funciona el olvido. Todo lo grande llega hasta nosotrxs desde un dolor antiguo. Martí hace una vindicación de las palabras que hacen el cuerpo encarnado que sostiene la pluma, pero también de la carne vigorosa que entonces sostuvo las espadas. En su pluma va y viene la sangre, igual que en la vida que se escapa de la carne del martirio. Pero nos muestra la luz de cada experiencia completa, convencido que esa verdad es pedagógica y apta para todo público.
El bembé de nuestra africanidad más alegre, llegó como una piedra sagrada en los intestinos de una mujer que colgaba de cadenas, en una galera de esclavos. He visto a esa mujer desnuda y dolida en mis sueños, he podido ver su rostro sonriendo. Dejar de sufrir es un gran propósito si lo vemos con el corazón del Buda, no con la propaganda de las sectas protestantes brasileñas que se instalaron en los antiguos cines de nuestras ciudades.
Que nuestrxs hijxs vivan una buena vida con las bondades de un consumo aceptable, se les convence de que su consumo es éticamente correcto, la ética es una variable del mercado, ya no más una variable de tu grupo social y cultural.
Los milenial, me cuenta una psicóloga entrañable, son lxs peores consumidorxs, porque están seguros de que consumen correctamente, consumen con convicción.
Que nuestrxs hijxs se preparen para ser parte, que no se relacionen con riesgo, que aprendan a intercambiar valores con ventaja en la pirámide de las oportunidades, que el amor sea una transacción inocua e insabora, cada vez menos necesaria.
Cada vez hay más gente que habla de lo que pueden hacer los demás y menos gente que hace.
A la Edad de Oro de José Martí, me lo topé en casa de Lydda Franco Farías, aunque mi madre ya había puesto la música de ese texto en mi corazón. En ese tiempo Mirna Lorena Zavala, la hija de Lydda, escribió un ensayo que vale la pena releer, “montada sobre un relámpago” que me dió las luces que tengo hoy sobre este cubano formidable. También para comprender el porqué Mirna permaneció para siempre jóven igual que su madre.
Desde entonces La Edad de Oro me ha problematizado y siento sinceramente que aún me enfrento al texto de Martí como adulto. Tengo la esperanza de re-leerlo cómo niño en mi vejez.
Siento en mi lectura de hoy, que Martí quiso escribir una canción para curarnos del miedo. Hoy vencer el miedo no es ya un asunto de realización espiritual personal, aunque eso ayuda. Se necesita vencerlo junto a lxs demás, empezando por lxs nuestrxs.
Hoy, cuando el ejercicio del poder pendular y colonial ha vuelto a humillarnos, podemos comprender que el miedo es la versión de la muerte en la que se respira. El miedo es tierra yerma dónde el decoro no germina. Por eso es fundamental vencerlo aún después de vencido.
Bien sabemos que el miedo nos paraliza y nos calla, pero poco sabemos que es capaz de darle un dañino sabor al hambre, a la curiosidad, al deseo, movilizarnos, hacernos actuar contra la tierra, contra los demás, contra los nuestrxs.
Cómo Martí, no creo en la turba infame, claramente movida por el miedo a lo distinto y a lo ignorado, movida por lo que no se tiene, no por lo que se es, me gusta la noción reciente del tejido de la multitud, de la dialéctica laboriosa del enjambre a la que cantó Rimbaud. Vuelvo a colocar acá en esta nota, el fragmento de La edad de oro, que siempre me pone en aprietos cuando la repúblico en mis redes sociales. Es harto conocida, pero para ensalzar caudillos, pero al leerlo se defiende por sí solo (Fragmento de “tres héroes”, La Edad de Oro, José Martí)
“Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado y a pensar y hablar sin hipocresía. En América no se podía ser honrado, ni pensar ni hablar. Un hombre que oculta lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que ese gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas y permite que pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado. El niño desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez, debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres, y debe ser un hombre honrado.
El niño que no piensa en lo que sucede a su alrededor y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es cómo un hombre que vive del trabajo de un bribón, y está camino de ser un bribón. Hay hombres peores que las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para ser dichosas.”
“Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro, hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, van un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados.”
Es un texto instrumentalizado cientos de veces por dogmáticos y tiranos, pero cuando estos pierden su carisma, cuando pierden la gracia efímera que les da la esperanza colectiva, el texto se devuelve a denunciarlos. El fragmento se rehace y el libro vuelve a volar con los nuevos rebeldes.
Martí es inagotable aún ahora, porque va equilibrado entre la miel de Oshun y la guerra de Shangó, para él la guerra es un regulador del equilibrio no la justificación de todo.
Martí es bueno que lo sepan, no mucha gente lo sabe, escribió a su paso por Caracas mucho sobre nosotrxs, si es que existe realmente un nosotrxs venezolano, para un hombre sano de su tiempo era natural preocuparse por el destino de las patrias del proyecto de independencia, plagadas de caudillos y de batallas. Martí imagina la fuerza de los centauros puesta en la tecnología que comienza en el arado, en el ingenio de poner la ciencia en el camino de nuestra propia búsqueda.
Martí es inagotable para la experiencia constante de vencer el miedo.
Mientras le toca a los textos de la Edad de oro, re significarse en nuevos lectorxs, sus poemas salen a asistirlo y son perseguidos en Cuba por razones que solo un funcionario policial puede entender:
“Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
su majestad el sol, con largos velos
y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
que en la mano le tiembla! Está vacío
mi pecho, destrozado está y vacío
en donde estaba el corazón. Ya es hora
de empezar a morir. La noche es buena
para decir adiós. La luz estorba
y la palabra humana. El universo
habla mejor que el hombre.
Cual bandera
que invita a batallar, la llama roja
de la vela flamea. Las ventanas
abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo
las hojas del clavel, como una nube
que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa…”
¿De cual noche venimos aún más soberana que la tierra?
Leo a José Martí en la noche, en la oscuridad, en el rayo, en el relámpago, en mi virilidad que trata de entenderse aún inútilmente. La oscuridad en la lengua de mis ancestrxs que sonrieron para que la felicidad no me fuera negada. Lengua de arawacos, lengua de congos.