“Entonces examiné con mis lentes cuidadosamente cada poste y comprobé mi error. Aquellos bultos redondos no eran motivos ornamentales sino simbólicos. Eran expresivos y enigmáticos asombrosos y perturbadores, alimentos para la mente y también para los buitres, si es que había uno bajo aquel cielo[…]hubieran sido aún más impresionante aquellas cabezas clavadas en las estacas, si sus rostros no hubieran estado vueltos hacia la casa”
“Aquello era nuestra tierra de nadie. Todo se había ido, desaparecido, barrido, sin dejar murmullo ni sombra detrás”
“He visto al demonio de la violencia, el demonio de la codicia, el demonio del deseo ardiente, pero ¡por todos las estrellas! Aquellos eran unos demonios fuertes y lozanos de ojos enrojecidos que cazaban y conducían a los hombres, sí, a los hombres, repito”
Joseph Conrad, El corazón de las Tinieblas
Cuando Charles Marlow, protagonista de “El corazón de las tinieblas”, se sumerge en la selva hasta el río Congo en la búsqueda de un enigmático personaje conocido como Kurtz, jamás se imaginaría que las desesperantes imágenes de violencia y brutalidad se recrearían una vez más, pero esta vez en otras latitudes.
Estas imágenes de crueldad y salvajismo humano ya no serán parte de un relato ficticio de Joseph Conrad, sino de la punzante y aterradora realidad generada por la violencia de Estado en Venezuela, un país que diariamente navega en el horror.
Del Estado protector y distribuidor de la renta petrolera pasamos a un Estados distribuidor de la violencia, allende quedaron las políticas públicas orientadas a disminuir la pobreza y la desigualdad, las instituciones han desaparecido y en su lugar ha nacido un conjunto de grupos de poder mafiosos y violentos. Por ello se afirma que la única característica que hoy queda a salvo en el Estado venezolano es el “legítimo control de la violencia”.
Marcos Kaplan afirma que ese “legítimo control de la violencia” en los Estado modernos tiene como fin “crear su monopolio permanente y legalizado de la violencia, que es así institucionalizada, oficializada y organizada [y] […] erigirse en instancia suprema sobre y entre los grupos sociales como medio de mantener la supremacía de clase…”1
Ese control de la violencia que ha sido siempre parte de las características del Estado moderno, hoy se ha convertido en el último vestigio del poder del Estado en Venezuela.
La violencia ejercida por el Estado, es categorizada como violencia institucional y definida como “…la que es llevada a cabo por un órgano del Estado, un gobierno, el ejército o la policía”2, esta violencia actúa entrelazada con la violencia estructural, promoviéndola y agudizándola.
Las repercusiones de la violencia institucional se han hecho sentir en todo el territorio nacional, las cifras más recientes reflejan que al menos en los primeros seis meses del año 2020 los órganos policiales y militares fueron responsables de 1611 asesinatos. 3
Un análisis más detallado de las cifras de homicidios nos da un panorama aterrador, según Keymer Avila entre 2010 y 2018 los asesinatos cometidos por las fuerzas de seguridad se contabilizaron en 23.688, el 69 % de los casos ocurrió a partir de 2016. 4
Salta a la vista que a partir del año 2016 los casos de asesinatos en manos de cuerpos de seguridad del Estado se incrementaron exponencialmente. Es importante recordar que es a partir de ese año donde la crisis social, política y económica empieza a sentirse de forma aguda, fue el año de la escasez generalizada de alimentos, de las grandes colas en los supermercados y de la pérdida de peso en la población. En ese contexto, el Estado comenzó una política de violencia en el marco de un estado de excepción permanente, el terror fue parido en la crisis.
Entre 2016 y 2017 resultaron asesinados 2.683 ciudadanos a manos de los cuerpos de seguridad, en este mismo periodo fueron asesinados 22 funcionarios. 5 Estas cifras reflejan un claro uso desproporcionado de la fuerza y derrumban el principal argumento de los órganos de la fuerza pública, “muerte por resistencia a la autoridad”. Es claro que no existieron dichos enfrentamientos o al menos no en la mayoría de los casos. Esta cifra deja ver claramente lo anterior, por cada funcionario fallecido hay 122 civiles muertos. 6
Los números más recientes ubican a la Policía Nacional Bolivariana y su Fuerza de Acciones Especiales (FAES) como uno de los organismos más letales. Esta fuerza actúa como una lógica militar y sangrienta. Según recientes estudios del Centro Gumilla y la ONG Provea, en el año 2020 la distribución de letalidad por las fuerzas públicas del orden se distribuyó de la siguiente manera 7:
Según el informe publicado en julio del 2020 por la ACNUDH las víctimas de la violencia institucional del Estado venezolano “eran todos hombres jóvenes, en su mayoría de menos de 30 años, pertenecientes a familias de bajos ingresos de barrios desfavorecidos caracterizados por altas tasas de delincuencia” 8. La violencia institucional del Estado venezolano es más letal contra los más pobres, es una política que silenciosamente está “eliminando” a los sectores populares, es una razia social contra los más vulnerables.
Las actuaciones de estos cuerpos de seguridad pública es variada, pero mantienen un patrón sistemático de asesinato. Según Carmen Pérez, madre de Euvis Peroza, los cuerpos de seguridad “llegaron a las cinco de la mañana, me arrastraron de la casa y me metieron en una camioneta. Comencé a gritar preguntando qué pasaba y le explicación de lo que sucedía, me pegaron en la cabeza, aturdida y, orinándome, comencé a orar, se escucharon tres detonaciones y mi hijo mayor me dice: mamá, mataron a mi hermano” 9.
Testimonios como los de Carmen son comunes entre las víctimas. En Venezuela se ha instaurado un Estado salvaje, en nombre de la lucha contra la criminalidad se ha edificado un Estado vigilante, que constantemente inyecta terror en la población. Reciente Iris Valera, mientras ocupaba el cargo de Ministra de Penitenciaría comentó públicamente, “Por lo menos 40 mil personas que han estado en las cárceles del país están dispuestas a salir a la primera línea de batalla a defender la patria […] han recibido formación política y formación de patria” 10.
Estas declaraciones dejan ver una estrecha relación entre el Estado y las bandas delictivas, por lo tanto se puede afirmar que las políticas dirigidas hacia el combate de la “criminalidad” en realidad son un instrumento de control social, ya que las bandas son aliadas de la “institucionalidad”.
El miedo es la principal arma del Estado, su principal instrumento de control, pero no el único. La instrumentalización de ciertos programas de alimentación como El Comité de Abastecimiento y Producción (CLAP) es otro mecanismo de dominio de los sectores más vulnerables, sin contar con los tratos crueles de los cuerpos de seguridad para aquellos ciudadanos que no sean leales a la política oficial. Venezuela vive en el horror, estamos en el Corazón de las tinieblas.
Bibliografía:
1 Marcos Kaplan, Formación del Estado Nacional en América Latina, p. 48
2 Keymer Avila , Estado de Excepción y Necropolítica como Marco de los Operativos Policiales En Venezuela, p. 4
4 Keymer Avila, Una Masacre por goteo: Venezuela y la violencia institucional, en Revista Nueva Sociedad
5 Keymer Avila , Estado de Excepción y Necropolítica como Marco de los Operativos Policiales En Venezuela, p. 20
6 Ídem
8 Informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos A/HRC/44/54
9 Faes continua ejecuciones extrajudiciales y violentando DDHH
10 Iris Varela afirma que los presos saldrán a defender el país si los gringos vienen aquí