La gran maquinaria comunicacional del mundo occidental ha convertido el recién concluido juicio por difamación entre la actriz Amber Heard y el actor Jonny Depp en un espectacular circo. Durante los dos meses que duró desde los grandes emporios de la comunicación hasta los medios más pequeños se lucraron con jugosos titulares que se publicaron semana tras semana. El juicio se transmitió a través de una famosa red social, y millones de usuarixs de las redes a nivel mundial siguieron de cerca los avances del mismo. Un espectáculo tan lamentable como interesante, pues hemos sido testigxs de la violencia mediática y simbólica que a gran escala se ejerció en contra de una sobreviviente de violencia de género. Porque más allá de que en el juicio haya quedado una especie de «empate técnico», mediáticamente la historia fue diferente. Como ya lo han reflejado diversos artículos con perspectiva de género y activistas feministas a través de sus redes sociales, en este caso nos encontramos frente a la imagen de la Víctima Falsa o Víctima Imperfecta.
Ahora, quizás la pregunta que tocaría hacerse es ¿Qué despertó el interés de las activistas feministas para que investigaran lo que se estaba ventilando respecto a la millonaria demanda por difamación entre estas personas? Sencillamente que se encendieron todas las alarmas, en especial porque un evento que parece más una puesta escena o un show mediático, resultó un medidor de la temperatura social en temas de género, y el resultado ha sido verdaderamente desesperanzador.
Situémonos en el objeto del juicio realizado en el estado de Virginia, EE.UU. La actriz Amber Heard estuvo casada con el actor Jonny Depp desde el año 2015 hasta el año 2016, pero antes de formalizar legamente la relación estuvieron involucradxs en una relación sexo-afectiva desde el año 2012. Su unión legal llegó a su fin cuando Amber decidió divorciarse de Depp alegando haber sufrido diferentes tipos de violencia basada en género por parte de su esposo durante el matrimonio. A Heard se le brindó una orden de alejamiento como medida de protección, pero meses después la misma solicitó que se retirara tal medida, ya que ambxs habían solucionado “las diferencias existentes”, siendo ella beneficiada con una buena cantidad de dinero otorgada por el actor.
Ahora bien, resulta bastante común que cuando los agresores tienen poder económico y prestigio, como es el caso de Depp, las víctimas terminen optando por desestimar sus propias acusaciones, ya sea porque reciben un beneficio económico, el cual sienten que compensa el daño sufrido, o por temor a las repercusiones que puedan devenir si insisten en denunciar. En este caso, y a pesar de que Amber Heard es una actriz que forma parte del sistema de estrellas de Hollywood, la asimetría profesional respecto a su exesposo es enorme, y no solo eso, una larga trayectoria profesional no solo ofrece fortuna, sino que dota a quien la posee de poderosos círculos de amistades influyentes, que como toda cofradía se materializa desde el pacto.
Con el surgimiento del movimiento #Metoo iniciado en EE.UU., la actriz Amber Heard escribió una columna para el Washington Post, en el año 2018, donde se asume como sobreviviente de violencia basada en género y expone parte de los abusos que vivió durante la relación sexo-afectiva con el actor, pero sin mencionar el nombre de este ¿Cuál fue la consecuencia de esta acción? Como lo señala una publicación en el diario El País titulada Johnny Depp Vs Amber Heard, guía para entender el juicio día a día hasta el veredicto: “tras silenciar la primera acusación de abuso con un acuerdo, Depp respondió a la situación creada por el artículo del 18 de diciembre de 2019 con una demanda por difamación en marzo de 2020. Johnny Depp pidió 50 millones de dólares a su expareja catalogando las acusaciones de ella como ‘demostrablemente falsas’.
También la acusaba en la demanda de hacerlo para favorecer su carrera a través de una imagen de víctima. Incluso acaba diciendo que ‘ella era la perpetradora’. Esta es la primera vez que Depp es el que acusa, algo veladamente, a Heard de abusos. El actor, además, señalaba directamente a Disney al argumentar en la solicitud millonaria de la demanda lo que había perdido al dejar de ser Jack Sparrow. En julio de ese mismo año la demanda fue admitida”.
Que el actor Johnny Depp introdujera una demanda en el estado de Virginia, sede del diario, en contra de su exesposa por difamación, exigiendo la suma de 50 millones de dólares como resarcimiento parece una represalia por haber hecho público los actos de violencia misógina ejecutados por él. Ante esta demanda la actriz reaccionó públicamente con una contrademanda por la suma de 100 millones de dólares.
Tras corroborar superficialmente, porque es imposible revisar cada publicación o tendencia acerca de un suceso, que la historia que nos estaban narrando había sido construida de forma tendenciosa, varias activistas nos animamos a mirar el juicio más de cerca y con perspectiva de género tomando algunos elementos de la narrativa cinematográfica donde está presente el arquetipo del héroe y el villano, específicamente existentes en el cine de suspense hollywoodense; que en relación a este juicio celebrado en el Tribunal de Virginia, podríamos intuir que se nos sirvió como un híbrido de reality Show, documental y ficción.
Existe una disputa de “poder” entre la antigua cultura machista que impone y naturaliza la subordinación de lo considerado femenino y las teorías feministas que, junto a los movimientos sociales de mujeres, han venido develando que la violencia por motivos de género es un dispositivo de control que regula los cuerpos y la sexualidad de las mujeres, para ejercer y dar continuidad a la opresión sobre la vida de las mismas, y sobre todo ser vivo visto como lo femenino y la resistencia ofrecida por movimientos feministas y de mujeres que ha tomado fuerza y ha evolucionado en estos últimos años; y es en este escenario, posmovilizaciones MeToo, desde donde observamos este juicio mediatizado de forma descarnada, y nos preguntamos ¿estamos frente a una lavada de cara de ese sistema de opresión, explotación y discriminación llamado patriarcado?, ¿será que el patriarcado ha activado sus dispositivos de control social para negar su propia existencia desde la instrumentalización de este caso en particular? O, como inicia un artículo titulado La víctima imperfecta: todo lo que necesitas saber sobre el caso Depp vs Heard, publicado en la revista digital Volcánicas, “¿Será que las víctimas mienten? ¿Se han instrumentalizado las denuncias por violencia y acoso sexual que en EE.UU. se conocen como el movimiento #MeToo? ¿Será que ahora sí se pasaron de la raya las feministas?”
Sabemos que el ideal de masculinidad hegemónica está en conflicto con el avance de los diferentes movimientos feministas y que de los movimientos de personas diversas sexuales y de género han surgido, desde las últimas décadas, numerosos cuestionamientos a la figura del hombre blanco cisgénero/heterosexual, de clase media alta, europeo o anglosajón, como el centro desde donde se deben mirar las sociedades ¿Será que esta nueva realidad es lo que genera una fuerte resistencia en los grandes centros de poder? Después de todo ese status quo se sustenta sobre el ideal de una masculinidad bélica, violenta y competitiva que además necesita reafirmarse continuamente para sostenerse como hegemónica, pues de su permanencia y supremacía depende la continuidad del sistema económico capitalista, cuyo epicentro político se encuentra en EE.UU.
Entonces, tomando en cuenta lo anteriormente dicho ¿cuál es el lavado de cara de este ideal o cuál es la nueva representación que nos podría estar planteando el sistema respecto a la figura de Depp? La del hombre blanco, cisheterosexual, poderoso tanto en estatus como en riqueza económica, que ya no es bélico, ni violento, sino frágil, bueno, incauto, sufrido, con una infancia traumática que junto a la cualidad de genio justifica su comportamiento social, que es víctima de todo aquello que representa una amenaza a la institución del amor, a la familia y al matrimonio, a la moral y al honor.
El cine negro y el héroe sufrido
Frank Krutnik plantea que en las películas de suspense el héroe se encuentra en una posición de inferioridad respecto a los criminales y policías, desde esta premisa podemos hacer una analogía entre la posición del actor Depp, el héroe como supuesta víctima de un sistema -para nada existente, debemos destacar- que privilegia a las mujeres, quienes encarnarían a los criminales, y la policía que en este caso serían los avances jurídicos a nivel internacional en materia de derechos humanos de las mujeres y la erradicación de toda forma de violencia estructural hacia ellas.
Haciendo un paréntesis, no es nuevo en absoluto la narrativa del privilegiado sintiéndose violentado al perder privilegios que hasta ese momento consideraban derechos, todas las luchas por derechos civiles mínimos han estado plagadas de personas que, en aras de aferrarse a su status quo, se asumen víctimas de lo que suelen llamar “pérdidas de valores y tradición”, discurso que encontramos como reacción a todo tipo de avances a lo largo de la historia, desde cambios sociopolíticos hasta avances tecnológicos, por lo que, reacciones viscerales a movimientos que luchan por alcanzar y cimentar derechos siempre generarán este tipo de situaciones, previsibles hasta cierto punto.
Siguiendo con Krutnik, precisamos que “la manera que tiene el héroe de restablecer su posición de seguridad e identidad es mediante la erradicación del enigma” ¿Y cuál es el enigma? Demostrar que él es la víctima de una serie de acusaciones infundadas por una criminal, la actriz Heard. O sea, desmontar las acusaciones en su contra como ejecutor de actos crueles en contra de una mujer, sería el conflicto principal de la historia. Y aquí debemos visibilizar al cine como constructor de identidades y a su vez como espejo de las ya existentes.
La representación de la villana en el cine negro, en este caso Amber, está configurada como la femme fatale. Aquella mujer hermosa, misteriosa, hábil en la seducción, intrigante, que hace uso de la manipulación y de la mentira para salirse con la suya, movida por la codicia para someter al héroe y hacer que este sirva a sus propios intereses, los cuales siempre son deleznables. Los motivos de la villana son especialmente fútiles. Este personaje mujer/villana culmina su arco narrativo como desquiciada, toda su maldad radica en una patología psiquiátrica o llega a la redención, y esta última casi siempre la alcanza a través de la unión sexo-afectiva con el héroe. Con la presencia antagónica de la villana el héroe inicia y culmina su viaje resignificándose, destrozando el atributo masculino hegemónico violento rechazado por una gran parte de la población, para reconfigurarse como el vulnerable, es el paso de victimario a víctima.
Eva, Pandora, Salomé y la mujer malvada
Todas las personas son inocentes hasta que se demuestre lo contrario… a menos que seas una mujer, en ese caso, serás siempre culpable de algo, sea tu violación, tu feminicidio, las agresiones de tu pareja, etc. Las mujeres usualmente somos revictimizadas por la sociedad y esto es más o menos sabido, lo que usualmente no es muy conocido es el porqué, por lo que, intentaremos echar algunas luces al respecto.
Chimamanda Adichie, escritora nigeriana, habla mucho del peligro de conocer un solo lado de la historia; en su TedTalk del 2009, Chimamanda habla sobre la importancia de verse reflejada en la literatura que leía de chica, de joven, dice “leía puros libros infantiles ingleses y estadounidenses, cuando comencé a escribir a la edad de 7 años, escribía exactamente el tipo de historias que leía, por consecuencia todos mis personajes eran blancos, de ojos azules, jugaban en la nieve, comían manzanas y siempre hablaban sobre el clima; a pesar de que yo siempre había vivido en Nigeria, en donde no había nieve, comíamos mangos y no hablábamos del clima porque no había necesidad de hacerlo (…) creo que esto demuestra lo vulnerables e influenciables que podemos ser, sobre todo en nuestra infancia, frente a una historia (…) yo, como solo leía libros extranjeros, crecí pensando que las historias, por definición, debían tener personajes extranjeros (…) solo cuando conocí autores africanos fue que pude leer personajes que se parecían a mí (…) y aunque amo la literatura inglesa y estadounidense, la involuntaria consecuencia de exponerse solo a historias de esas regiones fue que no sabía que personas como yo podían existir en la literatura, por lo que mi descubrimiento de escritores africanos me salvó de solo conocer una sola historia sobre lo que es la literatura”.
Esta historia con la que Chimamanda Adichie comienza su charla podría parecer completamente ajena a nuestro tema central, sin embargo, contiene una clave importante para entender el comportamiento social, especialmente cuando se trata de las mujeres. ¿Por qué muchas mujeres se sitúan casi automáticamente del lado de agresores, incluso cuando hay claros indicios de violencia de género? Porque llevamos siglos de historias, mitos fundacionales, leyendas, tradición oral, música, oda, poesía y un largo etcétera, en donde los hombres son los absolutos protagonistas y las mujeres, en el mejor de los casos, son las damiselas pasivas y silentes a la espera del rescate, y en el peor, son la fuente de la desgracia de los carismáticos héroes.
Entonces, no solo es más fácil para las mujeres identificarnos con los hombres, los protagonistas indiscutibles de la ficción a lo largo de la historia, sino que la representación de las mujeres es a través de aquellas que han hecho daño a los héroes mediante la seducción (Dalila, Salomé, Circe) o simplemente han terminado “cagándola” como Eva o Pandora. Sin referentes positivos, es difícil construir una autopercepción sana, la literatura, así como los medios de entretenimiento en general, aparte de divertirnos nos enseñan, nos ayudan a reflexionar y nos ofrecen guía para manejarnos a través de la sociedad, por esto, si los héroes siempre son hombres, no podemos esperar mujeres heroínas creíbles o sencillamente, no podemos esperar creerles a las mujeres, las villanas más antiguas de la sociedad.
Y podríamos hablar de referentes “positivos” como María, la madre de Jesús, pero hay que tomar un par de detalles en consideración, primero, María era una adolescente y José un señor mayor cuando “se decidió” que Dios nacería de ella, y segundo, que el acto que convierte a María en santa es uno que resulta literalmente imposible de replicar: concebir sin tener sexo, lo que podría ser interpretado como un elemento irónico, algo similar al “cuando las vacas vuelen”; bien podríamos decir también “cuando concibas una hija o hijo sin haber tenido sexo nunca, es que consideraremos a las mujeres seres humanos en igualdad de condiciones que el hombre”, pero hablemos claro, para ello tenemos un arduo trabajo de desprogramación cultural por delante, incluso para nuestro inconsciente colectivo.
Por estas razones es que no nos extraña que millones de hombres y también mujeres hayan corrido en defensa del actor, llegando casi al punto de beatificarlo socialmente, en detrimento de la villana a quien se acosó y hostigó, humilló y maltrató masivamente a través de los medios de comunicación tradicionales y de las redes sociales a lo largo del proceso judicial. Hubo un ensañamiento en su contra, Amber Heard fue doblemente revictizada, tanto por el sistema de justicia estadounidense, quien no dio relevancia a las pruebas presentadas por su defensa durante el proceso judicial, como por los medios de comunicación y redes sociales donde fue estigmatizada. Estos millones de hombres originarios de diversas regiones del mundo que salieron en manada en defensa del demandado hicieron uso de un lenguaje misógino para referirse a Heard, convirtiéndola en objeto de burlas, además de patologizarla y desacreditarla como víctima.
Víctima o victimaria, el eterno femenino
Hasta acá el juicio no nos plantea algo nuevo, pues la experiencia indica que cada vez que una niña, adolescente o mujer denuncia haber sufrido violencia por motivos de género surge la violencia mediática y simbólica en su contra; podríamos traer diversos casos de femicidios y de violencia sexual que ejemplificarían esta realidad. Pero lo que nos invita a reflexionar acerca de este juicio en particular es toda la maquinaria movilizada en función de posicionar a la mujer (Amber) como mentirosa, loca, promiscua, manipuladora y maltratadora, convirtiéndola en un símbolo que refuerza la teoría de la denuncia falsa cuando se trata de violencia por motivos de género.
A pesar de que el juicio buscaba demostrar que las acusaciones de Heard contra Depp, publicadas en su del Washington Post en el año 2018, eran falsas, realmente se trató más de probar que ella era la agresora, y para ello la defensa se valió de todas las características detestadas colectivamente que posee la actriz. No se concibe que las mujeres podamos ejercer la violencia, ni que aflore esa naturaleza humana tan bien vista en los hombres. Cuando un hombre es el maltratador siempre van a surgir los mecanismos culturales que van a justificar sus acciones. Pongamos como ejemplo los casos de violencia sexual. La narrativa más común en estos casos es que la víctima es corresponsable de la violencia ejercida en su contra ya sea porque se encontraba a horas no adecuadas socialmente fuera de su casa, porque vestía de manera “provocadora”, porque transitó por una calle sola, porque se subió al vehículo de un hombre conocido o desconocido, porque era promiscua, porque subió fotos subidas de tonos a las redes sociales, porque ejercía la prostitución; entre muchos otros. La mujer siempre asume la responsabilidad, si denuncia “le estás arruinando la vida a ese pobre hombre”, si no denuncia “entonces quizás te gustó” un tablero arreglado desde el principio en donde siempre habrá una clara perdedora.
Y no solo somos las eternas culpables, o por lo menos sospechosas, al mismo tiempo la sociedad nos exige dejar a un lado el papel de víctimas, ser una víctima no está bien visto, pero contradictoriamente cuando estamos frente a una situación que nos violenta y nos revelamos se nos juzga por hacerlo. En el caso de Amber Heard se le señala socialmente porque ella no encaja en papel de víctima, no ha sido sumisa ni del todo “buena”, es una persona que como todas está hecha de matices, que nada en un océano rodeado de tiburones como es la industria cultural estadounidense, que también ha sido sometida a presión, que también ha debido de cumplir con los mandatos que como mujer y como celebridad se le exigen, (salvando el hecho de que tiene bastantes privilegios sociales: es blanca, posee una belleza hegemónica, tiene fama, dinero) es una persona construida desde lo femenino, es mujer y esto representa una gran desventaja frente a su pareja.
Juicios de valor y desproporción
Otra razón por la que a las mujeres se les juzga con más dureza es porque, como los medios bien lo saben, defenestrar mujeres da dinero. La abogada y socióloga estadounidense Charlotte Proudman lo deja muy claro en un hilo de Twitter publicado días después del fallo del jurado. En el hilo habla de varios casos sonados de mujeres que, por distintas razones, fueron humilladas, villanizadas y revictimizadas por los medios y la opinión pública; tabloides y prensa rosa que se llenaron los bolsillos acosando a mujeres y asegurándose de tomarles fotos en el punto más vulnerable de sus vidas.
Casos como el de Britney Spears, Monica Lewisky, Jean Seberg o Courtney Love que sufrieron durante años el acoso de medios y público general en un descarado frenesí de misoginia en donde la culpa, el Slotshamig y en última instancia, el aleccionamiento misógino salió a flote para regular los comportamientos sociales de mujeres que por una razón u otra cayeron en desgracia del conservadurismo imperante. No Epstein, no Weinstein, no Cosby, no Polanski, no Manson, no Woody Allen han obtenido siquiera una fracción del odio concentrado, visceral y expandido que Heard, y siendo que hablamos de tratantes de personas (redes internacionales, en su mayoría menores de edad), pedófilos, violadores y abusadores de mujeres en serie, no es exagerado decir que la brújula moral de la opinión pública está bastante torcida en cuanto se refiere a repartir odios e indignaciones.
Lo cierto es que seguimos viviendo en el mundo en donde a las feministas nos llaman “misándricas” por exigir derechos y analizar el mundo misógino en el que vivimos y hombres como Picasso, que decía cosas como que cada vez que terminaba con una mujer debería quemarla para destruir el pasado que representaba, sigue siendo un ejemplo a seguir y uno de los nombres más prestigiosos del arte.
¿Será que sí hay que hacer eso de apartar al hombre del arte? Pero si es así ¿por qué hay dos millones de personas firmando para que Heard no salga en la secuela de una de sus películas más famosas? ¿Será que eso de separar hombre de arte solo aplica, en efecto, para los hombres? o será que ¿nuestra doble moral respecto a hombres y mujeres resulta en un enorme punto ciego que nos impide ver nuestros sesgos cognitivos y cómo los varones son ampliamente privilegiados en este sistema todavía? ¿del mismo modo que los blancos con respecto a los negros y los heterosexuales con respecto al resto de las orientaciones sexuales? Para ello debemos abandonar las pasiones pueriles y el análisis superficial y adentrarnos en la real discusión: las relaciones de poder.
En la mayoría de los casos, muchos de los defensores de Depp argumentaban que “los hombres también sufren violencia, pero se les silencia y se burlan de ellos” como si: 1) las feministas no fuesen de las primeras en atender estos casos como parte de la militancia y 2) como si la burla al hombre vulnerable no fuese un resultado del mismo sistema patriarcal que es quien impone un rol de género de masculinidad de piedra, insensible, irrompible e invulnerable. La poca o nula comprensión de lo que realmente significa el sistema patriarcal como macroestructura de poder se manifiesta en comentarios del tipo “yo conozco a un hombre maltratado por una mujer y por eso le creo a Jhonny” lo que nos indica que muchas de estas personas analizan un problema sistemático y estructural a partir de particularidades, una simplificación no solo absurda sino profundamente peligrosa.
Trasladémosla a otro ejemplo. La covid-19 tiene diversos síntomas, entre ellos fiebre, tos, dolor de garganta, mucosidad, dolor en el cuerpo, pérdida de olfato y gusto, en algunos casos hubo sarpullidos y en otros enrojecimientos de ciertas zonas del cuerpo. Si los médicos para identificar el virus hubiesen tomado los síntomas menos propensos como el sarpullido y no los que se repiten en todos los casos, como la fiebre, la pandemia se habría extendido mucho más en el tiempo y habría cobrado más vidas, como efectivamente las cobra el patriarcado, gracias al negacionismo de muchas personas que simplifican todo en frases de autoayuda del tipo “no es cuestión de género, sino de gente buena contra gente mala” que mata toda capacidad de análisis posterior.
Pasa lo mismo con el colonialismo, el racismo, el adultocentrismo, la heteronorma, partes de los sistemas de poder que mantienen a personas que no entran dentro de estas estructuras en continuo estado de opresión. Imaginen la cara de Martin Luther King Jr si uno de estos opinadores le dijera: “no es racismo, señor Martin, esto es una lucha de gente buena contra gente mala”, válgame lo que pagaría por ver la cara del señor King.
El gran esquema de las cosas
La intriga movió la historia y el fallo judicial dio “la razón” a Depp, él es la víctima. Pero este fallo también nos plantea otra cara de la moneda, la cantidad de pruebas presentadas por una mujer víctima de violencia de género en los procesos judiciales, aunque estas sean numerosas, no aseguran que la misma será creída, porque corre el riesgo de ser vista como la Mala Víctima, como ya lo hemos mencionado, se activa el mecanismo que busca reforzar la idea de que lo que en los varones es visto como atributos destacables o aceptados, en la víctima mujer se presentan como repudiables. Es un mensaje muy contundente que nos deja este juicio ¿si una mujer como Amber, con todos sus privilegios, no pudo demostrar que ha sufrido violencia de género, ¿qué queda para el resto que estamos en desventaja respecto a ella?
Amber fue dibujada como maltratadora, y pese a que se presentó evidencia acerca del carácter misógino de Depp, la opinión pública invisibilizó la naturaleza violenta del actor, siendo este reconfigurado como un mártir. En el juicio se consignaron mensajería de texto enviada por Depp a su amigo, el actor Paul Bettany donde se incluían frases de odio por motivos de género como: “¡Quémenos a Amber!” “¡Ahoguémosla antes de quemarla! Voy a *%&$”#$ su cadáver quemado después para asegurarme de que está muerta”. Así mismo, dos años antes, en el 2020 en un juicio por difamación en contra de un diario inglés, siendo el demandante Depp, falló a favor del diario; ya que se pudo demostrar que Amber había sufrido los actos de violencia cometidos por su exesposo, los cuales ella había denunciado públicamente y que este diario sacó a la luz reseñó.
Durante el juicio a Amber también se le presentó como desequilibrada mental, y fue esta cualidad la que más caló en las redes sociales a nivel mundial. Este perfil mental nos lleva directamente a una de las cualidades presentes en la esencia femenina: La locura o poca capacidad para el razonamiento. ¿Qué es lo contrario a la locura? La cordura. Catalina Ruiz, cuando nos habla en su artículo acerca de la desacreditación de Heard desde una óptica clínica señala, citando a la filósofa feminista Kate Manne, que por ejemplo, en el juicio la defensa de Depp llamó al estrado a una perita psicóloga quien diagnosticó a Heard con Trastorno Límite de la Personalidad, en inglés, Bordeline Personality Disorder…los síntomas del TLP incluyen “un miedo intenso de abandono, incluso llegar a medidas extremas para evitar una separación o un rechazo real o imaginario, un patrón de relaciones intensas inestables, enojo intenso, inadecuado, como perder el temperamento con frecuencia, ser sarcástico o amargado o tener peleas físicas”.
Es decir, no parece descabellado que Heard tenga TLP. Lo que es muy interesante es que este diagnóstico, en el juicio, favoreció a la defensa de Depp y ayudó a afianzar la imagen de Heard como abusadora, estigmatizando, de paso, a las personas con TLP. Nótese que, por el contrario, cuando los hombres son agresores y se señala que tienen alguna condición que afecta su salud mental, estos diagnósticos sirven para exculparlos de sus conductas. Por ejemplo, los evidentes problemas de adicción y de abuso de sustancias de Depp han servido para decir que él en general es un gran tipo, salvo cuando se le sale lo que él mismo ha denominado como “el monstruo”: su faceta violenta es una “excepción” a su “verdadera personalidad” dejando en evidencia, de nuevo el doble rasero para juzgar a ambos personajes.
No importó que la defensa presentara pruebas de la violencia que este ejercía sobre la actriz, la conclusión más “favorable” que se encontró para ella fue que “ambos estaban en una relación tóxica”. Como si la violencia contra las mujeres pudiera encerrarse en algo tan simple. Hablar de una relación tóxica niega el sistema de opresión político social, económico y cultural en contra de las mujeres. Invisibiliza la violencia por motivos de género como una violencia que es sistemática, que permea todo el cuerpo social, y que va desde la violencia simbólica, como la más desapercibida, hasta la violencia extrema como son los femicidios y feminicidios.
Sí, Amber puede ser todo lo que salió a luz durante los dos procesos judiciales (2020-2022), pero eso no niega que ella haya vivido aquellas experiencias que testificó. La víctima imperfecta o la mala víctima, como revictimización de las mujeres en los procesos judiciales es una estrategia utilizada siempre por la defensa de los agresores para desligitimar los hechos que la denunciante señala.
Este juicio aleccionador pretende validar la teoría de la denuncia falsa, dando un respiro al orden social que se ve amenazado, que ha utilizado todas las estrategias históricas para otras luchas sociales: ridiculización, negación de una realidad, apropiación de los discursos de sus antagonistas para resignificarlos hasta el nivel de la superficialidad más visceral. Lo que se pretende deslegitimar es la realidad de millones de niñas, adolescentes y mujeres del mundo sobrevivientes de las distintas formas de violencia por motivo de género, que se han atrevido a denunciar a sus agresores. Es la cofradía patriarcal y sus censores aliados, accionando en función de posicionar la idea de que la opresión, la explotación y la violencia en contra de las mujeres no existe, es una falacia nacida de mujeres resentidas, maliciosas, que pretenden en complot destruir las buenas costumbres, porque odian a los hombres.
En un país como EE.UU. donde la industria pornográfica, la economía de la guerra, y la violencia contra la mujer es entretenimiento, este juicio se hace digno de análisis, y aunque, como se ha dicho pareciera que este caso “no tiene que ver con lo que sucede con nuestra realidad”, nada más lejos del fondo, este juicio es en sí mismo es un mensaje, y muy poderoso; forma parte de un poderosa industria cultural y comunicacional que ha colonizado a nuestros pueblos, y que perfila una peligrosa representación. No es casualidad que millones de hombres en el mundo se hayan abocado a la defensa del actor, no es casualidad, ni son ajenos los malos tratos hacia Amber Heard, el hashtag Mentoo que no hace más que burlarse del Metoo o la frase vacía de “la violencia no tiene género” que solo busca invisibilizar el problema estructural del patriarcado como sistema de opresión. Para cerrar, no es de extrañarnos que la retórica en la opinión pública a favor de Depp se fundamenta en “los hombres también son víctimas de las mujeres”. Tendríamos que preguntarnos por el origen de todas las violencias, como se institucionalizaron hasta naturalizarse en nuestras sociedades. Habitamos sociedades por y para la guerra, pero hablamos de amor, como diría Coral Herrera.
Autoras
Gabriela Barradas
Victoria Alen