El 2020, no hay que detallar por qué, fue un año muy especial para todxs. Viviendo en Buenos Aires y siendo una persona muy receptiva a los discursos que apelan al cuidado y la responsabilidad colectiva, estuve varios meses en casa, saliendo solo a hacer las compras o dar alguna vuelta por el barrio con mi hija de 6 años. Como antropóloga en medio de su investigación de doctorado, también dediqué esos meses a la lectura de bibliografía.
El trabajo de escritorio necesario para la redacción de una tesis, suele ser una tarea solitaria, pero combinada con las disposiciones para el control de la pandemia representaron un confinamiento social de varios meses. Si en otros momentos disfrutaba las largas horas en solitario leyendo y reflexionando sobre la realidad social, conforme iban pasando las semanas de encierro, la necesidad de comunicar e intercambiar se iba intensificando al punto de ser una especie de pulsión. ¿De qué sirve investigar, reflexionar y escribir sobre ciertos temas si no se comunica?
En el mundo académico, como en todos los espacios altamente institucionalizados, los tiempos de publicación son largos y las posibilidades escasas. Así, un artículo enviado en mayo puede ser publicado en marzo del año siguiente, si es que se logran superar las diferentes instancias de evaluación. En los últimos diez años he logrado publicar algunos trabajos y me han rechazado muchos. Sin embargo, tanto los rechazos como las evaluaciones positivas hacían referencia a un estilo «coloquial» de escritura. Al parecer soy fácil de leer o, al menos, clara y ordenada al hacerlo, cosa que oralmente no se me da muy bien. Fue así que en el mes de julio de 2020 con una urgente necesidad de comunicar de manera «coloquial» me encontré con la convocatoria de columnistas para la Revista Cuerpo y Territorio.
«Escribe para todxs», dice una de las recomendaciones de estilo para el envío de artículos, y eso es lo que me enamoró de este proyecto. Pocos días después estaba junto a jóvenes de Argentina, Chile, Colombia, México, Venezuela… comunicando, escribiendo sobre ideas y situaciones que queríamos hacer saber a muchas otras personas.
En este primer año, el grupo humano que conforma la revista ha tenido momentos de pura euforia, de desencanto y de resiliencia…Cosas que suelen pasar en proyectos colectivos, autogestivos y hechos a puro pulmón. Y acá estamos, celebrando un primer aniversario y proyectando el segundo año de un espacio de comunicación para todxs, donde jóvenes de Latinoamérica dicen, escriben y sueñan alternativas para la región y el mundo.
Soy la más veterana de este grupo y quizás una de las pocas que conozca esa canción con letra de Fito Paéz que Juan Carlos Baglietto cantaba allá en los ochenta:
Tratando de crecer
Todavía me emocionan ciertas voces
Todavía creo en mirar a los ojos
Todavía tengo en mente cambiar algo
Todavía y a dios gracias todavía
El sol quema la lengua de los lagartos
La verdad es buen veneno pa’ las tripas
Todavía hay mucha gente que está viva
Todavía y dios gracias todavía.
Multiplicar, es la tarea, es la tarea …es nuestra tarea
¡Muchas gracias Diana! ¡Y muchas gracias al resto de jóvenes fundadores y actuales gestores de la revista por dejarme ser parte de su sueño! ¡Sigamos multiplicando voces y espacios para continuar soñando alternativas!
¡Salú!
Patricia