El pasado mes de mayo se celebró en muchos países de América Latina el denominado “Día de las madres”, una fecha de gran significación simbólica por lo que representa la figura de la madre en nuestras sociedades, erigida bajo la visión de la Virgen María —“madre de Dios” según la religión cristiana-católica— que fomenta un modelo idealizado de madre abnegada y sacrificial. A las mujeres que somos madres se nos impone el “deber” de cumplir con el rol materno establecido: un modelo de maternidad que demanda la entrega absoluta a nuestras hijas e hijos, existir para ellas y ellos, ser cuidadoras a tiempo completo, atender solas las demandas de la crianza y vivir en un eterno cuestionamiento hacia nuestras capacidades en el desempeño de tal rol. El incumplimiento de ese modelo conlleva a la generación de sentimientos de culpa y vergüenza por no acercarnos al ideal de madre virginal sin importar nuestros deseos, intereses o motivaciones.
La maternidad hegemónica es un cautiverio en la medida en que la crianza y los cuidados se hacen ver como una naturalización de las capacidades de las mujeres, se apela a un supuesto instinto y amor maternal que esconde la gratuidad de los trabajos de cuidado que son simbólicamente invisibles y confinados dentro del hogar. Cuando las mujeres nos revelamos y dejamos de cumplir este modelo de maternidad se nos señala y reprocha el no cumplimiento de nuestro “deber”. Hijos, padres, esposos, la iglesia y el Estado nos estigmatizan y nos destierran de la sociedad, somos apartadas de la vida y comenzamos a andar con la etiqueta de “malas madres”. No obstante, desde el feminismo, las mujeres madres nos hemos articulado para comenzar a ejercer otras formas de maternidad posibles, modelos colectivos de respeto y cuidado hacia nuestras hijas e hijos y, principalmente, hacia nosotras mismas, donde la maternidad deje de ser una carga y se pueda vivir y disfrutar en libertad.
Uno de estos modelos de maternidad es el espacio colectivo que han venido consolidando la colectiva feminista venezolana Mala Madre Kalanchoe, nombre adjudicado por la conocida planta que se le denomina de esta forma. Comenzaba la crisis económica en Venezuela y tres mujeres madres, conocidas de sus andanzas en los espacios de militancia feministas, conversaban sobre sobre lo difícil que puede resultar la maternidad, aún más cuando se excluye a las mujeres madres de muchos espacios. Reunidas en medio de risas comenzaron a imaginar una forma posible de transformar la experiencia materna en algo liberador y sin culpas. Ellas, cuatro amigas y madres colectivas de 10 hijas y 1 hijos decidieron juntarse para darle a la maternidad una mirada humana, real y sincera, desde una hermosa experiencia de acompañamiento, amistad y sostenimiento, a sabiendas de que la maternidad es un proceso que se vive también desde la individualidad y entendiendo que desde el mismo feminismo muchas veces no se comprende ni se entiende el proceso de ser madres —crítica que comparto desde mi propia experiencia como mujer madre y feminista—.
¿Cuál es la visión que desde Mala Madre se da a la maternidad?
Para nosotras la maternidad es una situación, un rol trascendental en la vida de la mujer, sea ésta decidida o no. Estamos seguras que todas las mujeres del mundo tienen el derecho de decidir si quieren ser madres o no, sin embargo, sabemos que muchas aún son madres por obligación. Para quienes finalmente la ejercemos, ser madre es una parte muy importante de nosotras y, efectivamente, por momentos puede regir grandes decisiones de nuestras vidas, pero no es toda nuestra vida en sí, intentamos aceptarla y equilibrarla desde este precepto, entendiendo que la libertad es poder disfrutar de los lugares donde cada mujer quiere realmente estar y la maternidad es uno de esos lugares donde nosotras también queremos estar. Desde nuestra experiencia cotidiana buscamos disfrutar de la maternidad desde el placer y la plenitud de sí mismas, tratando de contrarrestar la visión que se tiene desde “sociedad occidental tradicional”, cómo sinónimo de sacrificio y culpa, donde por encima de cualquier necesidad de la madre, se pone el supuesto bienestar de las crías.
¿Qué les ha enseñado la maternidad en su experiencia de vida?
La maternidad nos ha enseñado paciencia, comprensión, empatía y equilibrio. Siendo madres es necesario ponernos en los zapaticos de la otra, recordar cómo éramos de pequeñas y por qué hacíamos berrinches o cuáles eran nuestros anhelos frente a mamá. Juntarnos para compartir la crianza nos ha servido también para avanzar en nuestro feminismo, tratando de juzgar menos a las demás mujeres (madres o no). Nadie sabe realmente lo que significa ser responsable de otra personita hasta que lo vive; incluso, la maternidad nos ha ayudado a todas para mirar con ojos más comprensivos a nuestras madres, saber que, como nosotras, hicieron todo lo que pudieron con las herramientas que tenían. Finalmente, hemos aprendido a agradecer, agradecer por la vida propia y las experiencias que nos han traído hasta aquí, por la vida de les hijes, incluso a los papás, que hayan sido responsables o no, ya participaron con un 50% en estos regalos maravillosos con los que compartimos la existencia. No ha sido un camino fácil, tampoco ha sido homogéneo para todas, tuvimos que pasar por enfermedades, insomnios y depresiones, pero avanzamos sanando heridas antiguas (incluso de nuestra infancia) para hacernos 100% responsable de nuestra vida y la de nuestras crías, hasta donde nos corresponde.
¿Qué ha sido lo más rudo de sobrellevar en el largo camino de la maternidad?
Para nosotras lo más rudo fue el agotamiento que llevábamos siempre cuando siendo “madres solteras” (ahora preferimos decir, madre de hijes con padre ausente) ejercíamos la maternidad sin un apoyo concreto y sustancial. Era cansancio físico, porque las jornadas se alargaban, entre el trabajo remunerado y el de reproducción de la vida; era agobio emocional porque faltaban espacios para drenar la presión, hombros para llorar sin sentirnos juzgadas, momentos de placer y de desconexión; era saturación mental por tantas cosas en la cabeza que aún no tenían respuesta, tantas decisiones tan difíciles de tomar. Para todas, la mala madre fue una gran solución a esta dificultad.
¿Cuál es la visión sobre la cual se construye Mala Madre?
Decidimos que juntas es más fácil, decidimos que las principales necesidades de nosotras y de nuestras hijas se resuelven mejor si estamos acompañadas. Decidimos planificar acuerdos de convivencia y organizamos turnos para que la búsqueda en la escuela, el acompañamiento en las tareas escolares, los momentos de ocio y, entonces, por ejemplo, las salidas con las parejas o amigos, se convirtieron en un derecho, derecho al pleno disfrute, sin la preocupación de tener a mi hija encima, porque tenemos la plena confianza de que nuestras hijas están bien cuidadas. Decidimos repartirnos la responsabilidad ausente, la responsabilidad del padre que no está, nos convertimos en tías, sobrinas y hermanas de la vida, desde hace cinco años, en el día a día.
Así nos hemos cuidado en las enfermedades, en las depresiones, en la crisis económica que ha sido tan compleja. Así, hemos aprendido a ser mejores madres, mejores amigas, mejores hermanas. Así, decidimos que sí éramos Malas Madres, porque, al igual que nuestra querida planta Kalanchoe, educamos a nuestras hijas, juntas, acompañadas, sin renunciar a nuestras libertades, cuestionándonos cada día más eso del sacrificio y preparándonos para soltar a nuestras crías para su propia maceta cuando sea el tiempo de que echen sus propias raíces y florezcan por sus medios. Este es sólo un abrebocas de nuestra experiencia colectiva, tiene sus aristas individuales, ha sido una vivencia juntas, pero también cada una ha ajustado sus procesos con sus propias hijas, según sus criterios y su experiencia, buscando el placer en la experiencia de acompañar el crecimiento de otro ser, con el privilegio de tener con quien llorar, quejarnos, drenar cuando estamos agobiadas, sabiendo que no hay juicio. E inevitablemente también hemos ido sanando el vínculo con nuestra madre, hemos ido superando el reclamo, para darle paso a la comprensión, vamos poco a poco avanzando hacia la reconciliación con aquella mujer que nos dio la vida.
Una de las cosas más difíciles para las mujeres que somos madres y feministas es construir una maternidad alternativa donde sentirnos acompañadas y no juzgadas. Esto es muy difícil incluso dentro del propio feminismo porque en las agendas y exigencias de los movimientos feministas aún no se han logrado incorporar la experiencia de la maternidad, cómo vivir y acompañar a las mujeres madres, cómo no dejarlas solas en el proceso y que no se sientan excluidas. Debemos lograr incorporar la maternidad y la crianza en el movimiento para seguir fortaleciendo nuestras luchas
Desde mi experiencia como madre, siento que no todo el feminismo entiende o comprende la maternidad. ¿Creen que el feminismo ha logrado acoger la maternidad dentro de su quehacer y agenda de lucha?
Nosotras también lo sentimos así y esa fue la razón por la cual decidimos abordar desde la cotidianidad y el día a día las necesidades más fuertes que nos demanda la maternidad, respondiendo acompañadas; lo que generalmente resuelve una madre sola, aquí decidimos resolverlo varias amigas juntas. Para nosotras, el feminismo empieza a incorporar la maternidad muy recientemente y nos atreveríamos a decir que feminismos como el popular y el comunitario han hecho importantes aportes para esto, pues allí, las mujeres adultas de a pie que hacen parte de organizaciones mixtas, que luchan por vivienda o por tierra, por ejemplo, pusieron sobre la mesa su realidad, no podían participar de mil reuniones porque también tenían que conseguir alimento y cuidar a sus hijes y poco a poco las organizaciones se han ido flexibilizando, han ido reconociendo la maternidad, el feminismo ha empezado a estudiar, a debatir, a problematizar todo lo que implica para las mujeres ser madre (o no serlo); ya hay cierta comprensión y reconocimiento, pero sentimos que aún falta, nosotras aspiramos a una sociedad, como muchas de las originarias, donde la responsabilidad de la crianza es colectiva, y más allá de acompañar a las madres, lo que hará es criar a todes les niñes entre todos y todas, de manera amorosa y responsable.
¿Cómo incorporan la maternidad a sus espacios de militancia?
La Mala Madre es nuestro espacio de militancia. Nosotras creemos que la crianza y educación colectivas son necesarias para el avance de la transformación a una sociedad más justa y equilibrada. De hecho, desde que estamos dedicadas a esta crianza responsable, nos hemos alejado de otros espacios “políticos” o “feministas” más dedicados al debate o la movilización, por ahora, no son nuestra prioridad; dedicamos gran parte de nuestro tiempo a esta decisión de criar entre todas. Militamos en la cotidianidad, militamos todos los días en cada decisión, en la distribución de tareas, en la crianza amorosa de todas las hijas y el acompañamiento sin juicios a las mamás.
¿Qué reflexiones finales nos dejan?
La maternidad, cómo todo en la vida, puede ser más sencilla de lo que imaginamos, si en lugar de tratar de cumplir mandatos de la sociedad o de nuestras amigas feministas, o de “hacer lo que se debe hacer”, buscamos sentirnos a gusto, buscamos soluciones donde usualmente vemos problemas, aprendemos a pedir ayuda, a soltar a nuestres hijes con gente en la que podemos confiar, aprendemos a dejar de quejarnos del padre ausente o dejar de perseguirlo y pelear con él, para buscar apoyarnos en otras personas. Y, ¡ojo!, aquí no queremos quitarles la responsabilidad a los hombres respecto de su paternidad, por algo existe hasta legislación al respecto, más bien hablamos de maneras de asumir las cargas y las ausencias, porque ya las vivimos y nos resultaron muy desgastantes, tuvimos que experimentarlas, para luego saber que preferíamos buscar otras soluciones más efectivas y tranquilas.
La amistad entre mujeres es un camino impresionante, podemos ser tan comprensivas, convertirnos en el sostén de la otra, sin librarla de su responsabilidad como adulta, podemos acompañarnos tan de cerca sin invadirnos y respetándonos; y ese sendero también es más fácil de lo que pensamos, no se trata de ser amigas de todas las mujeres, se trata de tener amigas de verdad con las que cuentas, seres humanos con virtudes y límites, con las que te comunicas abiertamente y crecen juntas; ya nuestras hijas están viendo nuestras prácticas y también cultivan su amistad. Esta crianza colectiva ha sido una de las mejores decisiones que hemos tomado en la vida, recientemente hemos empezado difundir la experiencia, porque pensamos que puede ser de utilidad para otras mujeres; así como la experiencia de comunidades originarias y familias extensas fue nuestra inspiración. Muchas gracias por permitir compartirnos.