Los desastres NO son naturales

Los desastres no son naturales

Los recientes eventos adversos producto de fenómenos naturales manifestados en la historia del mundo y recientemente en Turquía y Siria, son un reflejo de la relación entre el desarrollo y los procesos dinámicos de nuestro planeta. Los desastres son la cara oculta del desarrollo, y con esto no pretendo asumir que los países que buscan desarrollarse están condenados a sufrir los embates de la naturaleza. Para ello se necesitan de elementos presentes dentro de la sociedad que sean susceptibles a ser afectados por un evento activador.

Es por ello que se afirma que los desastres son constructos sociales; se van creando dentro del seno de la sociedad, siendo condicionados por vulnerabilidades físicas, políticas, institucionales, económicas y sociales. Materializados a través del riesgo, los desastres surgen durante el proceso de desarrollo para evidenciar el efecto que tienen las relaciones antrópicas, políticas sociales y económicas, dentro de un modelo escogido sin tomar conciencia de la interacción que existe entre amenazas y vulnerabilidades.

Como ejemplo podemos tomar las políticas que generan segregación étnica, racial; desigualdades económicas y culturales, sumado a la deficiente o inexistente cultura preventiva y de gestión del riesgo; que pueden generar crisis de refugiados, damnificados producto de precipitaciones torrenciales que inundaron zonas populares o una localidad arrasada por un sismo debido a la búsqueda de mejores condiciones económicas, que llevan a la población a asentarse en zonas de riesgo sin medidas de construcción preventivas y sin supervisión gubernamental.

La exposición al riesgo en la búsqueda del desarrollo y bienestar social está condicionada por complejos procesos culturales, que sin una promoción de la conciencia preventiva, es la que construye y nos mantiene anclados a esa relación entre desarrollo y desastre. Es por ello que debemos entender que los desastres no son naturales y que el costo que conlleva la prevención jamás podrá equipararse al de la recuperación, sin mencionar los efectos del impacto psicológico, social y económico a largo plazo.

El deber de las Naciones ante el mundo para la Reducción del Riesgo de Desastres: del compromiso a la acción

La Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de desastres ha venido llevando a cabo desde el año 2012 una serie de negociaciones intergubernamentales en el marco de sus competencias, que han derivado en una serie de consultas que dieron paso a la Tercera Conferencia Mundial de las Naciones unidas sobre la Reducción del Riesgo de Desastres, celebradas entre los días 14 y 18 de marzo del año 2018 para exponer los resultados obtenidos por los países en relación al Marco de Acción de Hyogo 2005-2015: Aumento de la resiliencia de las naciones y comunidades ante los desastres. Como resultado de dicho Marco, se demostró en la ciudad de Sendai, Miyagi (Japón) los avances obtenidos en relación al aprendizaje, las necesidades y retos a cumplir para fortalecer la gobernanza a través de la gestión integral del riesgo en todas sus dimensiones y el manejo de las emergencias producidas por eventos adversos de características naturales, socionaturales y antrópicas.

Destacando que  las inversiones realizadas con el fin de reducir el riesgo de desastres tiene por propósito la mitigación de los daños y pérdidas de vidas y bienes, en contribución al desarrollo sostenible (Naciones Unidas 2015). En efecto, para dar paso hacia la mitigación de los riesgos que generan emergencias, resulta prudente plantear que el riesgo se compone por la interacción de las variables internas (vulnerabilidades) susceptibles a ser afectadas por elementos externos potenciales (amenazas) capaces de generar un evento adverso, pudiendo ser reguladas por las capacidades que tienen los Estados para prevenir y atender las emergencias. De tal forma, las acciones de los Estados para la prevención la Reducción del Riesgo de Desastres deben contener líneas transversales que aborden todas esas dimensiones sociales, políticas, económicas, culturales e institucionales que, pudiendo ser afectadas por un evento adverso, demandarán un mayor sentido de corresponsabilidad y comprensión del momento histórico a todos los actores involucrados directa e indirectamente.

Los fenómenos naturales y los desastres

Partiendo del compromiso de las naciones anteriormente expuesto, se hace necesario reflexionar en todas esas ideas preconcebidas que se tienen en relación a los fenómenos naturales; así pues, el planeta Tierra como organismo viviente manifiesta constantemente actividades que han tenido su lugar desde su formación y que han permitido su generación tal y como lo conocemos. Es un común denominador para las naciones relegar la responsabilidad de los resultados producidos por los eventos adversos de características socionaturales a la influencia del Cambio Climático, si bien dicho factor representa una variable más dentro de los condicionantes en la manifestación de algunos fenómenos naturales y que como también es necesario exponer, desde el comienzo de la historia del planeta se han venido produciendo estos cambios, sostengo que es la gestión de los tomadores de decisiones en las diversas esferas del poder de la acción humana la que genera las condiciones para la ocurrencia de las emergencias de desastres.

Por lo que se refiere a la manifestación de los eventos adversos, su aparición puede ser de carácter lento (desarrollado paulatinamente) o súbito. Tomemos como referencia lo acontecido recientemente en Siria y Turquía, donde se manifestó un fenómeno natural de carácter súbito de origen geológico tal y como son los sismos, cuya liberación de energía1 es producida por el movimiento y roce de las placas tectónicas, que “en forma de ondas sacuden la superficie” (USAID, 2008, p.12). 

Los sismos son fenómenos naturales generadores de daños sólo cuando su manifestación interactúa con la gestión humana sobre la geografía y con el cúmulo de vulnerabilidades presentes en la sociedad, pudiendo generar daños físicos capaces de afectar cualquier estructura tales como edificaciones, vías de comunicación, sistemas eléctricos, de tuberías o telecomunicaciones, entre otros. A su vez, la mortalidad queda determinada por las condiciones del terreno, la densidad poblacional, la sismorresistencia de las construcciones, la hora en que el evento se manifiesta, los elementos culturales de la población, la capacidad de respuesta de los organismos de atención de emergencias y los factores de morbilidad. Que se caracterizan por los aplastamientos, las contusiones, los ahogamientos, por vectores infecciosos, contaminación del agua y los alimentos, acciones fuera de la ley por parte de la población  (USAID, 2008).

En suma, un evento adverso cualquiera que sean sus características es capaz de generar eventos adversos secundarios. En el caso de los sismos estos pueden derivar en incendios, deslizamientos de tierras, licuefacción de los suelos, tsunamis, inundaciones, entre otros. Razón por la cual, se convierten en líneas vitales conservar, recuperar, reparar y rehabilitar, en el menor plazo posible, cualquier afección sobre el alcantarillado, el flujo de agua potable, los sistemas de energía y transporte, los aparatos productivos primarios (Sistemas agropecuarios), secundarios (Complejos industriales y de manufactura) y terciarios (Sistemas bancarios, turísticos y comercial) (USAID, 2008).

Turquía, la encrucijada del mundo: donde convergen las placas, los riesgos y el desarrollo

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El pasado 6 de febrero del presente año ocurrió un sismo de magnitud 7.8 en la  escala de Richter y con una intensidad XI en la escala de Mercalli a 34 km oeste de la ciudad de Gaziantep a las 4:17 am, afectando así a Turquía y Siria. ¿Cuál es la razón de esto? Nuestro planeta está compuesto por un mapa de placas tectónicas que han venido dando forma al mundo tal y como lo conocemos, y en este espacio geográfico donde se manifestó recientemente este fenómeno natural, convergen una cantidad considerable de placas y subplacas que continuamente están produciendo  liberaciones de energía a lo largo de la Falla de Anatolia. Hasta la fecha de redacción de este artículo, las cifras alcanzan los 53 565 muertos y 122 500 heridos entre ambos países. Es importante destacar que Turquía al ser un país sísmico, ha ido documentando en el transcurso de su historia los efectos e impactos de este fenómeno geológico en la sociedad turca. Un evento anterior y que puede tomarse como referencia fue el ocurrido el 17 de agosto de 1999. Dicho evento se manifestó en la madrugada a lo largo de toda la Falla de Anatolia septentrional con una magnitud de 7.4 en la escala de Richter a 90 km al este de Estambul, provocando a su vez otros eventos adversos secundarios como el incendio en una refinería que amenazó con alcanzar los tanques de almacenamiento de crudo (Banco Mundial, 2010). Posteriormente a este evento, el gobierno de aquél entonces adoptó las siguientes medidas para promover la gestión integral del riesgo:

  1. Incrementar la cobertura de los seguros para la atención de desastres
  2. Mejorar la calidad de los edificios.
  3. Preparar las condiciones de respuesta del Estado. (Banco Mundial, 2010, p. 101).

Sin embargo, el gobierno asumió el financiamiento de la reconstrucción, reparación, rehabilitación y recuperación de las estructuras afectadas de los entes públicos y privados, minando de esa forma las finanzas públicas. A su vez, en Turquía hacían vida muchas empresas aseguradoras de gran tamaño que capitalizaron el mercado asegurador en el que el Gobierno era principal proveedor, produciendo que que los conjuntos residenciales dentro de las municipalidades estuviesen asegurados y que muchos hogares quedaran por fuera de esta medida por no poseer los recursos económicos o por encontrarse en zonas rurales (Banco Mundial, 2010). En consecuencia, el Banco Mundial (2010) planteó que para el año 2009 sólo el 22,3% de las viviendas urbanas registradas en todo el país estaban aseguradas (p, 102). Se responsabilizó al Estado de esta deficiencia por su escasa gestión en controlar y supervisar la aplicación de esta regularización. Cabe destacar que sólo los edificios legalmente construidos y con sus permisos en regla eran asegurados. En definitiva, quedan muchas preguntas en el aire y múltiples actores con responsabilidad en responder sobre ¿dónde estuvo todo este tiempo la gestión del Estado para proteger a la población ante el riesgo de desastres?2 Y ¿cuál ha sido el destino de los impuestos recogidos para la prevención y atención de emergencias de desastres?3

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Categorías sociales con las cuales observar los eventos adversos generadores de emergencias de desastres

Las condiciones sociales que dan forma a la idiosincrasia de los pueblos establecen fuertes relaciones que determinan el impacto y la extensión de los daños producidos por los eventos adversos, en donde la calidad material marca el principio en el que las fenómenos naturales pueden influir de forma negativa en la cotidianidad (Hewitt, 1994). Así pues, las condiciones socioeconómicas preexistentes al evento adverso guardan una profunda relación en cómo se distribuyen y concentran las pérdidas de vidas y bienes; pudiendo dichos factores de morbilidad y mortalidad  ser regulados. Resalta principalmente la preponderancia de cómo responde la población ante las políticas de gestión de emergencias y sobre todo a las políticas sociales que se enmarquen en la prevención integral del riesgo. No obstante, aquellos países que han dedicado sus esfuerzos hacia la prevención del riesgo de desastres, por estar estos cultural y frecuentemente expuestos a ciertos fenómenos naturales (por mencionar por ejemplo países como Chile, Japón, México, Venezuela y Turquía, entre otros), se han enfocado en desarrollar conocimientos técnicos sobre dichos fenómenos y los efectos que son capaces de producir, derivando que las políticas sociales para la prevención y gestión de emergencias sean de corte “asistencialistas”, descuidando de esta manera la comprensión de los vulnerabilidades sociales que sustentan al riesgo (Hewitt, 1994).

Hewitt (1994) plantea que “la vulnerabilidad está gobernada principalmente por condiciones sociales” (p, 12). Es por ello que su desconocimiento reduce las capacidades que tienen las acciones destinadas a atender emergencias, puesto que el valor técnico-investigativo no logra penetrar las fibras más profundas de las variables que con base a procesos dinámicos se traducen en condiciones de inseguridad. Por otra parte, Lares (2005) expone que cuando en una sociedad no existe cultura de formación sobre los aspectos esenciales de la gestión integral del riesgo, resulta común que la población no esté en condiciones de apreciar los factores de vulnerabilidad que los rodean y exponen a las amenazas por sus propias experiencias, derivando todo su enfoque en las circunstancias del día a día en la que lo urgente prevalece sobre lo necesario. Cabe destacar que esta “cultura de desastres” o de Gestión Integral del Riesgo para ser más precisos, es un factor clave para la cohesión social; debido a que las formas de organización social se vínculan directamente al clan y, si en dichas sociedades el Estado cumple con un rol “paternalista”, es un común denominador que la población asuma que las instituciones gubernamentales sean quienes den respuesta a la atención de las emergencias durante el evento y posteriormente (Lares, 2005).

Al mismo tiempo, dichas poblaciones desarrollan arraigos culturales hacia las zonas de riesgo que los anclan a ellas, dificultando de tal manera todo proceso de reorganización, reubicación y adaptación de los grupos afectados por eventos adversos de cualquier origen. Otros factores culturales que obstaculizan la comprensión de los desastres son las respuestas mágico-religiosas con las que los afectados enmarcan los hechos y las circunstancias de las que son parte y de esa forma se sepultan todas responsabilidades sociopolíticas y socioeconómicas que constituyen la formación de riesgos. Por lo que se refiere a las respuestas psicoemocionales hacia los desastres, el principal temor es el miedo a la muerte y el de la pérdida de miembros familiares, que es sucedido por las acciones al margen de la Ley tales como saqueos4, robos, violaciones, entre otros. Es así que esta emoción estrechamente vinculada al sentido de supervivencia, puede mover a las personas hacia la unión de esfuerzos con tal de prevalecer sobre el evento adverso o por lo contrario, disgregar y sembrar incertidumbre que continuamente levantan obstáculos para la respuesta social hacia las emergencias de desastres. Es por ello que es necesario para el Estado hacer control de la información, puesto que las sensaciones que despiertan las percepciones de amenazas promueven la multiplicación de rumores que van en detrimento de toda capacidad organizativa que se pueda construir.

Asimismo, los estados de ansiedad colectiva son los principales estimulantes de la difusión de los rumores, reforzando dichas emociones cual círculo vicioso que gira alrededor de la repetición y de la falta de validación. Por consiguiente, cada particular que se haga eco del rumor será para él mismo un añadidor de sus propias percepciones que brindará particularidades a esta información. Es por ello que Páez, Fernandez y Beristain (2001) observan como crucial que aquellos que llevan acabo el abordaje de la emergencia, interrumpan la inercia con la que se desplazan los rumores (no hacer eco de los mismos) y mantener información verídica a través de los diversos medios informativos,como también anticiparse a cualquier elemento generador de ansiedad hacia los afectados.

Al mismo tiempo, es un elemento esencial para la capacitación de las instituciones con responsabilidad en la gestión de emergencias de desastres, como para los profesionales en la materia y la población en general en su proceso de formación ante la prevención integral del riesgo, que el abordaje psicológico sea un aspecto más dentro de la caja de herramientas con las cuales hacer del manejo de la gestión del riesgo y de la atención durante y después de los eventos adverso, una transición hacia la recuperación y rehabilitación que transmute las vulnerabilidades sociales que potencialmente puedan seguirse desarrollando en cohesión social y la gobernabilidad. 

Venezuela: tierra de gracia

En cuanto a Venezuela, esta está situada en la convergencia de la placa suramericana y la placa del caribe, cuya interacción ha marcado la historia de la Nación en diversos momentos. No obstante, a pesar de que a diario lo instrumentos de detección de actividades sísmicas registran actividades por debajo del valor 5 en la escala de Richter, los eventos adversos con origen en este fenómeno han sido relativamente poco recurrente; siendo así, que las emergencias por eventos adversos más frecuentes han sido los deslizamientos e inundaciones producto de lluvias torrenciales. Es por ello que para abordar sólidamente lo referente a la prevención integral del riesgo, es crucial realizar un vuelo rasante por algunos artículos de las leyes que sustentan el accionar del Estado ante el abordaje de la prevención del riesgo y atención de emergencias de desastres.

En primer lugar, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su artículo 55 plantea que toda persona tiene derecho a la protección del Estado ante cualquier situación de riesgo a su integridad física o a sus bienes, a través de los órganos de seguridad ciudadana y en lo que respecta al artículo 326, establece que existe el principio de la Seguridad de la Nación que se sustenta en la corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil y que es ejercida en los ámbitos económico, social, político, tecnológico, cultural, geográfico, ambiental y militar, para así satisfacer progresivamente las necesidades  individuales y colectivas sobre la base del desarrollo sostenible y productivo. Así pues, queda establecido que tanto la población como el Estado están involucrados en todo lo concerniente a la Seguridad de la Nación y que en lo que respecta a la gestión integral del riesgo, el artículo 24 de la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación plasma que la sociedad debe participar en el Sistema de Protección Civil en todas las esferas de organización político-territorial y se extiende desde la planificación hasta aspectos más específicos, orientados a la reducción de las vulnerabilidades ante los eventos adversos.

En cuanto a la organización de Protección Civil y administración de desastres como componente de la Seguridad de la Nación , la Ley que lo regula establece como parte de sus responsabilidades en el artículo 3 que deban ejercerse acciones de planificación, promoción de la gestión del riesgo, capacitación y formación, establecer estrategias de preparación en las comunidades, canalizar los recursos necesarios para el ejercicio de sus funciones, fortalecer la coordinación y respuesta con otras organizaciones de gestión de riesgo e integrar los esfuerzos de entes públicos y privados; así pues, en relación a la corresponsabilidad el artículo 23 plasma que todos los ciudadanos y ciudadanas están en el deber de incorporarse activamente en los programas de formación y en las acciones que tienen por objeto la prevención y la atención de emergencias, en concordancia a lo planteado dentro de los Plan Nacional de Protección Civil.

Una vez expuesto brevemente este marco legal, es posible identificar que la corresponsabilidad entre la población y el Estado es un elemento sine qua nom de la gestión integral del riesgo de desastres y que por medio de la integración continua de los entes gubernamentales y no gubernamentales con la población, proveerá de un mejor manejo y respuesta oportunas a las emergencias. Con ello, la población organizada como primera respondedora ante las emergencias producidas por eventos adversos dará una mejor comprensión de las necesidades y responsabilidades existentes dentro de la reducción de los riesgo, estableciendo mayor equidad y un oportuno retorno a la estabilidad. 

En conclusión, ante la continua exposición a factores socioeconómicos y políticos que condicionan el impacto de los eventos adversos y el dinamismo con que los fenómenos naturales se manifiestan, es menester que el Estado y la sociedad civil tomen conciencia y ejecuten en conjunto las acciones correspondientes a aumentar las capacidades de unos y otros en armonía con lo establecido en las leyes y con el supremo interés de bienestar de la Nación en función al desarrollo integral que dará sustento a las generaciones.

Notas

  1. Dicho sea de paso, estos pueden ser medidos con base a dos escalas: La de Richter (que se encarga de medir la magnitud del fenómeno en una escala que va del 1 al 10) y la de Mercalli (que evalúa la intensidad con la que se manifiesta el evento en una escala del 1 al 12).
  2.  https://www.instagram.com/reel/Co29Q0gAqkr/?utm_source=ig_web_copy_link
  3. Ídem
  4.  https://www.instagram.com/reel/Com7H3XgXdH/?utm_source=ig_web_copy_link

Referencias

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