Tenía mucho tiempo sin hacer una reflexión pública por Redes Sociales (RRSS), pero últimamente me han ocurrido muchas cosas que necesito ordenar, y a mí siempre me ha servido mucho el intercambio de ideas para lograrlo.
Lo primero es que me resulta un poco angustiante el hecho de que las lesbianas no están politizadas. ¡Sí es un hecho! Porque si bien conozco a varias lesbianas que como yo que reflexionan sobre su experiencia en el mundo incluyendo su existencia como lesbianas (como mi queridísima Regina Falangi), la verdad es que gran mayoría no lo hace, y por ello padecen la propia auto-incompresión.
Mis últimas experiencias «saliendo» (cosa que no hacía desde los 19 o 20 años) me llevó a una cuasi relación con una bisexual y al recibir el avance de dos mujeres heterosexuales, y en esas encrucijadas me di cuenta porqué el lesbianismo es político.
No es una secta, no funciona con un juramento de renuncia a los vínculos sexo-afectivos con los hombres, no es algo que podamos «decir» o comprometernos a hacer desde la palabra, es algo que se vive y se hace día tras día… Y sí, es una respuestas política al heteropatriarcado y sus mandatos tanto prescriptivos como punitivos.
Decidí voluntaria y concientemente alejarme de esas situaciones que podían conllevar a relacionarme con estas mujeres, no porque ahora las discriminadas – discriminemos – en venganza, sino porque por fin entendí lo que han dicho otras lesbianas teóricas cuando plantean el lesbianismo político. Aprovecho para recomendar a Sheila Jeffreys (La herejía lesbiana), a Beatriz Gimeno (Historia y análisis político del lesbianismo, y La construcción de la lesbiana perversa) y a Angie Simonis (Yo no soy ésa que tu imaginas). Y es que la intersección «lesbiana» realmente nos ha marcado un camino en nuestra vida, sorteando y resistiendo muchas violencias:
– No podría contar cuántas lesbianas son rechazadas por sus familiares, fueron echadas de casa, tuvieron que tomar la calle desde muy jóvenes, o sufren en silencio el desprecio de las personas que aman. Incluso si en la familia hay un hombre homosexual, la incomprensión, el control y la violencia contra la lesbiana es mucho más intensa (intersección mujer-homosexual). A la lesbiana no se le acepta socialmente, no porque algunos hombres lo «acepten» (respondiendo a un fetiche) se puede decir que existe una suerte de aceptación.
– Quienes me conocen saben que mi objeto de estudio desde hace años es la acción penal contra las mujeres. En ese contexto he tenido acceso a tantos casos penales contra lesbianas que se defendieron de una v10l4c10n «correctiva» que dan ganas de vomitar de la arrechera.
– Estar sobrecalificada para un empleo y ser rechazada por «proteger la imagen de la empresa o institución» (aun cuando ya han contratado a homosexuales varones), es algo que solo podrá entender una lesbiana.
– Las lesbianas en los retenes resistiendo a punta de amotinamientos al castigo por ser descubiertas dándose un beso.
– Ser acosada en tu propio barrio por el malandro macho de turno, que hostiga, amenaza y muchas veces llega a golpear, a v10l4r o a m4t4r.
– Tener una novia cuyo ex te acosa violentamente.
– Ser utilizada por otras mujeres que no solo no entienden todo esto, sino que no respetan nuestro dolor, nuestros límites y nuestras necesidades. Que mientras nosotras hemos perdido tanto por ser quienes somos, ellas no darían ni un mango pasado por nosotras. No sacrificarían ni un solo privilegio heterosexual, mientras te piden tolerar al ex violento, ser amable con la familia que te desprecia, piden ocultarse en el trabajo y con «ciertas personas que no entienden», y además sabiendo que siempre pueden volver a la comodidad heterosexual porque finalmente SÍ desean relacionarse sexo-afectivamente con hombres, es más fácil, da más seguridad en medio de una sociedad machista, no es tan doloroso y pues, porque pueden. Y desde ahí pueden ejercer poder sobre nosotras, y lo saben (hasta la más «pendeja»).
Ser lesbiana política es «comprarse el peo completo», es volver m13rd4 los roles de género y la división sexual del trabajo, es transformar activamente los lugares que habito en el mundo, es entrompar las violencias, es reclamar el derecho que tenemos de existir dignamente, es dejar de existir bajo la referencia heterosexual e inventar nuestra manera de querer(nos).
Se me presentó la oportunidad de relacionarme con mujeres no-lesbianas, y decidí no hacerlo, porque no soy quién para exigirles renunciar a sus privilegios, y ellas no son quienes para someterme a esos niveles de violencia que logré superar después de muchos años defendiendo mi lugar en el mundo.
Les quiero y les abrazo, hermanas. Pero desde ahí no es.
PD: la experiencia lesbiana es un producto de la intersección sexo – género – orientación sexual – y en la mayoría de los casos clase (consultar estadísticas). Lo siento, pero no es parecida a la experiencia gay o Trans (a quienes les afectan otras condiciones inherentes a sus intersecciones identitarias). Les pido respetuosamente que si no son lesbianas, no intenten enseñarme qué es ser lesbiana, o cómo debería serlo.