A esta altura ya no queda duda de que estamos atravesando tiempos de crisis. Si la queremos caracterizar, se trata de una crisis sistémica, pues involucra a todas las áreas existentes (humanas y no humanas). Por lo tanto, resulta ser un problema socio-ecológico complejo. Muchas veces ante esta realidad surge la pregunta sobre qué podemos hacer. La buena noticia es que necesitamos la intervención de todes nosotres, por lo tanto las acciones de cada une son invaluables. La no tan buena noticia, es que no hay recetas ni soluciones mágicas, y los tiempos apremian.
En este punto ya acordamos que urge apelar a la construcción de soluciones colectivas, diversas y participativas. Por lo tanto, necesitamos la colaboración de múltiples y variadas áreas de conocimiento, por ejemplo de movimientos sociales, activismos, militancias; o de saberes populares, tradicionales, ancestrales; así como también de saberes provenientes de la misma naturaleza. Esto resulta por demás desafiante, pero también es una excelente oportunidad para transicionar hacia otros paradigmas socio-ecológicos, lo que nos conduce al siguiente punto.
Suena lógico que para afrontar los desafíos actuales no sólo necesitamos apostar a construcciones colectivas, sino que además requerimos de la intervención de todas las disciplinas posibles. Sin embargo, como psicóloga y profesional de la salud, me pregunto ¿tendrá la psicología algo que aportar a todo este caos?, ¿estamos capacitades para responder a los problemas socio-ambientales de esta época? Personalmente, me preocupa no estar lo suficientemente formada para responder a estas demandas, pero al mismo tiempo soy optimista en creer que sí contamos con algunos conceptos y herramientas valiosas. A continuación pasaré a esbozar algunos lineamientos posibles de la contribución de la psicología, pero antes dejaré en claro mi posicionamiento.
La psicología, como cualquier disciplina científica, no es neutral. Siempre existe un marco teórico y un posicionamiento político, desde donde se aborda. El discurso de una disciplina de la salud mental como a-político, objetivo y a-histórico, hace más daño que bien, pues de esa forma se invisibilizan y naturalizan las históricas opresiones y desigualdades reproducidas en la humanidad. Es por eso que partimos de la base de que hoy en día les psicólogues deben capacitarse en la perspectiva de géneros, al tiempo que necesitamos de-construir las categorías que se nos impusieron como “normales”. En resumen, tenemos la dificultosa pero reconfortante tarea de re-pensar y re-construir los discursos hegemónico-opresores históricamente instalados dentro del sistema capitalista, patriarcal, colonial y antropocéntrico que se ha globalizado; y que nos llevó a la actual crisis climática, ecológica y civilizatoria que estamos atravesando. Dicho esto paso a enumerar algunas contribuciones y aportes de la psicología en tiempos de crisis:
En el aspecto individual: esta disciplina puede contribuir a mejorar nuestra calidad de vida, ya que todes tenemos derecho a un buen vivir. Este vital concepto surge desde algunas cosmovisiones indígenas de Abya Yala y se basa en la integración armónica entre las comunidades y la naturaleza. Su aporte principal reside en que permite abrirnos a otras formas de vivir la vida, por ejemplo reivindicando el ocio, el tiempo libre, el contacto con la naturaleza, relacionarnos de manera empática y amorosa con nosotres mismes y con otros seres vivientes, fomentar el respeto por la diversidad en todas sus formas. Desde la psicología podemos aportar herramientas de autoconocimiento y aprendizaje emocional; acompañamiento desde la empatía; ejercicios de conexión con nuestro propio cuerpo y con planos más espirituales. En síntesis habilitar otras formas de “estar siendo” en el mundo, en armonía con nosotres mismes, les otres y la naturaleza.
En el plano colectivo la psicología puede aportar herramientas valiosas en lo comunitario, a saber:
- Contribuir a la soberanía de nuestros territorios, mediante el fortalecimiento de las comunidades. No hace falta justificar la urgente tarea de proteger las pocas áreas naturales que quedan, si nos plantamos en paradigmas biocentristas (en contraposición al antropocentrismo), entendemos que toda vida y sus diversas formas, merece vivir. Quizás aún sea difícil aproximarnos a esta idea, por lo que podemos reforzarla insistiendo con que la protección de los bienes naturales y ecosistemas, son claves para la mitigación y adaptación de los efectos de la crisis climática-ecológica. Son las comunidades que viven en esos territorios las que se encargan de hacerlo, aunque eso implique un trabajo desgastante y muchas veces criminalizado. Hoy estamos viendo cómo dichas comunidades se organizan para defenderse de las prácticas neoextractivistas guiadas por los intereses necropolíticos del “(mal)desarrollo”, y cómo los Estados cómplices responden desoyendo e incluso reprimiendo las manifestaciones pacíficas y legítimas de los pueblos. Se preguntarán qué puede hacer une profesional de la psicología en estos casos. Sabemos que donde hay poder, hay resistencia; les psicólogues podemos contribuir al fortalecimiento comunitario y favorecer de esta forma a las resistencias, reforzando las acciones en el nivel local, co-construyendo estrategias en forma colectiva.
- Favorecer la preparación de las comunidades para afrontar situaciones de catástrofe ambiental. Según fuentes científicas, los fenómenos atmosféricos extremos y los desastres ambientales serán cada vez más frecuentes y de mayor intensidad, como consecuencia de la crisis climática. Existe ya un área de la psicología que se dedica a estudiar el aspecto psico-social de las catástrofes. Sin embargo es imperante relacionar estos conceptos con el desarrollo de políticas públicas (y autogestivas) de acción territorial y comunitaria, fomentando la participación de las comunidades en estrategias locales y participativas, en el marco de la crisis climática-ecológica.
- Estimular el pensamiento crítico, desarmando la manipulación de las publicidades y los medios de comunicación. Reforzar espacios de reflexión crítica, construcción colectiva de conocimiento y habilitar sentipensares diversos, son algunas líneas que nos pueden ayudar a acuerpar en la grupalidad otras narrativas de la realidad tan compleja que nos toca vivir. Por un lado, se sabe que los estudios sobre la psicología humana son utilizados por los medios masivos de comunicación y las publicidades. También sabemos que estos conocimientos no sólo no se implementan en beneficio de las personas, sino que se los usa para la conveniencia de los intereses de megaempresas y corporaciones globales. Son utilizados para perpetuar y continuar acumulando, cada vez más, el poder en unos pocos. Apagar la televisión no es suficiente, necesitamos entender cómo operan estos mecanismos en nosotres mismes, para poder desandarlos y contrarrestarlos. Por otro lado, en tiempos de infodemia necesitamos privilegiar informaciones, provenientes de fuentes chequeadas, que nos ayuden a entender lo que está pasando. La información no sólo es poder, sino que en tiempos de incertidumbre ayuda a reducir la ansiedad, el miedo, el enojo, la angustia. Informarnos también sirve para prepararnos y anticiparnos a lo que vendrá
Existe el sesgo, muchas veces extendido dentro del ámbito psicología, de que los problemas son individuales y que por lo tanto, las soluciones también deben ir en el caso por caso. El contexto ambiental pocas veces es abordado como un factor que incide en el proceso de salud-enfermedad y la calidad de vida de las personas, sin embargo, ya es más que evidente que el ambiente está intrínsecamente relacionado con la salud. Las personas no estamos por fuera de la naturaleza, somos parte de ella. Los tiempos actuales demandan construir herramientas y armar dispositivos que nos permitan cuidar(nos) y acompañar(nos) en este momento histórico tan incierto y complejo. En este artículo fue mi intención dar a conocer algunas intervenciones posibles que puede realizar la psicología en el marco de la crisis sistémica actual, que vayan en la línea de construir sociedades más resilientes.